Ya crecido el niño, se lo llevó a la hija del faraón, y ella lo adoptó como hijo suyo; además, le puso por nombre Moisés, pues dijo: «I Yo lo saqué del río!» Éxodo 2:10.
¿Cuándo crees que Jocabed lloró más: el día que puso a su bebé en la orilla del río o el día que lo dejó en el palacio del faraón? La primera vez, a la orilla del río, quiso esconderlo del monarca egipcio, y ahora se lo entregaba. Sí, al más poderoso de los gobernantes, y también, al parecer de Jocabed, a un ser humano cruel y sin escrúpulos. ¿Te puedes imaginar la caminata de Jocabed de regreso a su casa?
Yo creo que la madre de Moisés lloró más la primera vez, a la orilla del río. Me la imagino que secaba sus lágrimas, pero con una mirada confiada, y al llegar a su casa infundió ánimo a sus otros hijos con palabras más o menos como estas: «Hijos, no tenemos nada que temer al futuro a menos que olvidemos cómo Dios protegió a nuestro niño en el pasado».
Conoces muy bien la historia de Moisés, el más grande legislador en la historia humana. Estuvo bajo los cuidados de su madre hasta los doce años, periodo en el cual se establecieron los fundamentos de su lealtad al destino que Dios había provisto para su pueblo. En el Nuevo Testamento encontramos una declaración que arroja luz sobre los sentimientos y la turbulencia que se generó en la casa del pequeño Moisés cuando sobrevino la crisis: «Sus padres [...] no tuvieron miedo del edicto del rey» (Hebreos 11:23).
Sin duda, Moisés aprendió a vivir en su hogar en medio de un gran conflicto, con la convicción que Dios lo guiaba mientras crecía en el palacio del rey. Esa es la lección más importante para nuestra vida: Llegar a tener la seguridad de que actuamos en armonía con la voluntad de Dios.
«Los que al fin salgan victoriosos, tendrán épocas de terrible perplejidad y prueba en su vida religiosa; pero no deben desechar su confianza, pues es esta una parte de su disciplina en la escuela de Cristo y es esencial a fin de que toda la escoria pueda ser eliminada». MJ 61
Tomado de la Matutina ¡Libérate!
¿Cuándo crees que Jocabed lloró más: el día que puso a su bebé en la orilla del río o el día que lo dejó en el palacio del faraón? La primera vez, a la orilla del río, quiso esconderlo del monarca egipcio, y ahora se lo entregaba. Sí, al más poderoso de los gobernantes, y también, al parecer de Jocabed, a un ser humano cruel y sin escrúpulos. ¿Te puedes imaginar la caminata de Jocabed de regreso a su casa?
Yo creo que la madre de Moisés lloró más la primera vez, a la orilla del río. Me la imagino que secaba sus lágrimas, pero con una mirada confiada, y al llegar a su casa infundió ánimo a sus otros hijos con palabras más o menos como estas: «Hijos, no tenemos nada que temer al futuro a menos que olvidemos cómo Dios protegió a nuestro niño en el pasado».
Conoces muy bien la historia de Moisés, el más grande legislador en la historia humana. Estuvo bajo los cuidados de su madre hasta los doce años, periodo en el cual se establecieron los fundamentos de su lealtad al destino que Dios había provisto para su pueblo. En el Nuevo Testamento encontramos una declaración que arroja luz sobre los sentimientos y la turbulencia que se generó en la casa del pequeño Moisés cuando sobrevino la crisis: «Sus padres [...] no tuvieron miedo del edicto del rey» (Hebreos 11:23).
Sin duda, Moisés aprendió a vivir en su hogar en medio de un gran conflicto, con la convicción que Dios lo guiaba mientras crecía en el palacio del rey. Esa es la lección más importante para nuestra vida: Llegar a tener la seguridad de que actuamos en armonía con la voluntad de Dios.
«Los que al fin salgan victoriosos, tendrán épocas de terrible perplejidad y prueba en su vida religiosa; pero no deben desechar su confianza, pues es esta una parte de su disciplina en la escuela de Cristo y es esencial a fin de que toda la escoria pueda ser eliminada». MJ 61
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