La fe que salva debe dirigirse hacia una persona, es decir, la fe es una condición que implica una relación personal con Cristo. Uno puede creer en muchas cosas o personas, pero para alcanzar la justificación delante de Dios hay que tener fe en Jesús.
Esto está en armonía con las enseñanzas de Cristo registradas en los evangelios. Él dijo: «Yo soy la puerta; el que entre por esta puerta, que soy yo, será salvo» (Juan 10: 9). Es interesante que Jesús no dijo que él era "una" de muchas puertas que conducen al redil de Dios y a la salvación. Dijo que era "la puerta". Es obvio que para él no hay tantas puertas, no hay tantas maneras de llegar a Dios y de salvarse. Si queremos ser salvos tenemos que entrar por esa puerta, que es él; es decir, tenemos que creer en él.
Cristo también hizo otra declaración impresionante: «Yo soy el camino, la verdad y la vida [...]. Nadie llega al Padre sino por mí» (Juan 14:6). También es importante notar que Jesús no dijo que era un camino para llegar a Dios. Para él no había muchos caminos para llegar al Padre. Dijo que había uno solo, y que él era ese camino. También dijo que era la verdad. Vino a revelar el plan de la salvación que incluía su muerte para redimir al hombre. Y también dijo que era la vida. Es decir, la vida eterna, que hay solo una. Para hallar el camino de regreso a Dios, tenemos que creer en Jesús. No hay otra fórmula.
Los seres humanos han inventado muchos caminos para llegar a Dios, muchas maneras de salvarse. Llámese Buda, Confucio, Lao Tsé, Mahoma, Krishna, etcétera, todos son caminos falsos que no llevan al Dios verdadero. Pedro lo dijo con claridad meridiana: «De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual poda¬mos ser salvos» (Hech. 4: 12).
Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C
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