Más vale ser pobre y honrado que rico y malintencionado. Proverbios 28:6
Entre las buenas historias del libro Su palabra de honor y otros relatos, hay una que nos recuerda que la honestidad siempre vale la pena. Tiene como protagonista a un jovencito a quien llamaremos Juan Bautista.
Este muchacho pertenecía a una familia francesa, pobre en bienes materiales, pero rica en principios. Para ayudar en el sostén del hogar, Juan Bautista se vio obligado a trabajar como dependiente de una tienda de telas. Allí su trabajo consistía en hacer entrega de pedidos a los clientes y de cobrarles.
Uno de esos clientes resultó ser un rico banquero. El dueño de la tienda pidió a Juan Bautista y a otro dependiente que le mostraran tres tipos de tela y le indicaran los diferentes precios. Así lo hizo, pero sin darse cuenta se equivocó al momento de dar los precios: cobró al banquero el precio de la tela más costosa por una de calidad inferior. El compañero de trabajo de Juan Bautista se dio cuenta del error, pero no dijo nada. Fue cuando ya habían regresado a la tienda, que Juan se dio cuenta de lo ocurrido. Lo que sucedió entonces Juan nunca lo podría haber sospechado: ¡El dueño de la tienda lo felicitó por haber cobrado de más!
—¡Excelente negocio, Juan! —dijo el dueño—. Recibirás tu parte de ese dinero.
—¡Pero señor, ese dinero no es nuestro! Voy a devolverlo ahora mismo.
Y diciendo esas palabras, Juan regresó al hotel, explicó lo ocurrido al banquero y le devolvió su dinero. Cuando volvió a la tienda, el dueño lo tildó de tonto y lo despidió.
Esa noche, mientras Juan contaba a sus padres lo ocurrido, oyeron que alguien tocaba a la puerta. Era el banquero. De alguna manera averiguó la dirección de Juan, y ahí estaba con una tentadora oferta.
—¿Sigues empleado en la venta de telas?
—Ya no. Esta tarde el dueño me despidió.
—Bueno, quiero que trabajes en nuestras oficinas en París.
Juan aceptó. El relato dice que su desempeño en el banco fue tan bueno, que al cabo de algunos años su nombre (en francés, Jean Baptiste Colbert) llegó a oídos del rey Luis XIV. Cuando el rey necesitó un ministro de hacienda, ¿a quién crees que nombró? ¡A Juan Bautista Colbert!
Definitivamente, ¡vale la pena ser honestos, pase lo que pase!
Padre, ayúdame a ser siempre integró en los negocios y en todo lo que haga.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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