La tristeza que proviene de Dios produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse, mientras que la tristeza del mundo produce la muerte (2 Corintios 7: 10).
El siguiente paso en la dinámica de la salvación es lo que los teólogos llaman contrición. Esta se define como el dolor profundo que una persona siente por haber ofendido a Dios. Cuando la fe nos confronta con la persona de un Dios amoroso que quiere ayudarnos a resolver el mal en nosotros, nos sentimos tristes y apenados. Este sentimiento también es producido por el Espíritu de Dios. Es parte del proceso divino para llevarnos a la sanidad espiritual y mental.
La Biblia nos dice que hay dos clases de tristeza. La tristeza según Dios nos lleva a la salvación. Hace que nuestro corazón se duela por haber ofendido a un Dios que nos ama y quiere nuestro bien. Así como nos sentimos mal cuando ofendemos a alguien a quien amamos, así nos duele saber que hemos ofendido a Dios que nos ama tanto.
Pero la tristeza según el mundo la provoca Satanás. Es el mismo sentimiento que el anterior, pero de signo contrario: no se enfoca en Dios. Se concentra en las consecuencias del mal, con el objeto de traer angustia y desesperación al corazón humano. Hace que las personas desarrollen terror a las consecuencias de su pecado. Dice el apóstol que esta tristeza lleva a la muerte. En efecto, cuando este sentimiento de dolor se descontrola, puede llevar a las personas a la pérdida de la razón y al suicidio. Frecuentemente oímos de personas que se cortan las venas, se suben a puentes o edificios altos, y se lanzan al vacío, toman dosis elevadas de ciertos medicamentos o dirigen su automóvil a un barranco para poner fin a la angustia mental en la que viven. Muchas de esas situaciones son provocadas por un profundo complejo de culpa que Satanás manipula para el perjuicio de las personas. Sin embargo, el Espíritu Santo nos lleva a Cristo, que nos da alivio y descanso.
Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C
El siguiente paso en la dinámica de la salvación es lo que los teólogos llaman contrición. Esta se define como el dolor profundo que una persona siente por haber ofendido a Dios. Cuando la fe nos confronta con la persona de un Dios amoroso que quiere ayudarnos a resolver el mal en nosotros, nos sentimos tristes y apenados. Este sentimiento también es producido por el Espíritu de Dios. Es parte del proceso divino para llevarnos a la sanidad espiritual y mental.
La Biblia nos dice que hay dos clases de tristeza. La tristeza según Dios nos lleva a la salvación. Hace que nuestro corazón se duela por haber ofendido a un Dios que nos ama y quiere nuestro bien. Así como nos sentimos mal cuando ofendemos a alguien a quien amamos, así nos duele saber que hemos ofendido a Dios que nos ama tanto.
Pero la tristeza según el mundo la provoca Satanás. Es el mismo sentimiento que el anterior, pero de signo contrario: no se enfoca en Dios. Se concentra en las consecuencias del mal, con el objeto de traer angustia y desesperación al corazón humano. Hace que las personas desarrollen terror a las consecuencias de su pecado. Dice el apóstol que esta tristeza lleva a la muerte. En efecto, cuando este sentimiento de dolor se descontrola, puede llevar a las personas a la pérdida de la razón y al suicidio. Frecuentemente oímos de personas que se cortan las venas, se suben a puentes o edificios altos, y se lanzan al vacío, toman dosis elevadas de ciertos medicamentos o dirigen su automóvil a un barranco para poner fin a la angustia mental en la que viven. Muchas de esas situaciones son provocadas por un profundo complejo de culpa que Satanás manipula para el perjuicio de las personas. Sin embargo, el Espíritu Santo nos lleva a Cristo, que nos da alivio y descanso.
Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C
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