Él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda. Mateo 20:21.
De las familias mencionadas en los Evangelios, una de las más notables fue la familia de Zebedeo. Santiago y Juan eran los hijos de este noble pescador, y trabajaron con él en la pesca hasta que el Señor los llamó (Mat. 4:21, 22). Zebedeo no se opuso al llamamiento, sino que le permitió al Maestro de Galilea que adoctrinara a sus hijos.
Estos dos hermanos formaron parte del círculo íntimo de Jesús, presenciaron sus impresionantes milagros, escucharon sus grandes enseñanzas y anhelaban estar cerca de su amado Maestro cuando Jesús formara su gobierno. El tema de quién era el mayor y más destacado entre los doce discípulos había ocasionado constantes disputas entre ellos, pero nunca habían llegado a ponerse de acuerdo. Cada discípulo creía merecer el segundo lugar después de Jesús. Por eso, la familia de Zebedeo ideó un plan: al ver que Jesús atendía a las madres y las valoraba grandemente, sería la madre de los discípulos la encargada de pedirle al Mesías que les diera los lugares de honor al lado de su trono.
Cuando la ocasión así lo propició, esta piadosa madre se acercó al Maestro junto con sus dos hijos, Santiago y Juan. Entonces Jesús le preguntó: "¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda". Los otros diez discípulos apenas creían lo que estaban oyendo. Se sintieron indignados y enojados. Entonces el Señor, con toda paciencia, les explicó las bases de su gobierno.
Aunque la madre de Juan y Santiago anhelaba lo mejor para sus hijos, su pedido reflejaba un entendimiento equivocado de la misión de Jesús y un deseo egoísta y estrecho. El reino de los cielos no responde a las ambiciones políticas de los hombres, ni tampoco establece estructuras de poder para beneficiar a sus ocupantes. Lo que esa madre debió haber deseado era que sus hijos permanecieran con Jesús y participaran de su ministerio. Con el tiempo, ambos hombres cumplieron funciones extraordinarias en la formación del gran movimiento cristiano, pero solo cuando comprendieron la naturaleza espiritual del reino de Dios.
Ahora bien, más allá de si estaba bien o no el pedido de esta madre, podemos ver detrás de esta historia una enseñanza que repercute hasta el presente: la unidad familiar. Estos padres se unieron para que sus hijos permanecieran al lado de Jesús, y esta unidad debería estar presente en cada hogar de esta tierra.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela
De las familias mencionadas en los Evangelios, una de las más notables fue la familia de Zebedeo. Santiago y Juan eran los hijos de este noble pescador, y trabajaron con él en la pesca hasta que el Señor los llamó (Mat. 4:21, 22). Zebedeo no se opuso al llamamiento, sino que le permitió al Maestro de Galilea que adoctrinara a sus hijos.
Estos dos hermanos formaron parte del círculo íntimo de Jesús, presenciaron sus impresionantes milagros, escucharon sus grandes enseñanzas y anhelaban estar cerca de su amado Maestro cuando Jesús formara su gobierno. El tema de quién era el mayor y más destacado entre los doce discípulos había ocasionado constantes disputas entre ellos, pero nunca habían llegado a ponerse de acuerdo. Cada discípulo creía merecer el segundo lugar después de Jesús. Por eso, la familia de Zebedeo ideó un plan: al ver que Jesús atendía a las madres y las valoraba grandemente, sería la madre de los discípulos la encargada de pedirle al Mesías que les diera los lugares de honor al lado de su trono.
Cuando la ocasión así lo propició, esta piadosa madre se acercó al Maestro junto con sus dos hijos, Santiago y Juan. Entonces Jesús le preguntó: "¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda". Los otros diez discípulos apenas creían lo que estaban oyendo. Se sintieron indignados y enojados. Entonces el Señor, con toda paciencia, les explicó las bases de su gobierno.
Aunque la madre de Juan y Santiago anhelaba lo mejor para sus hijos, su pedido reflejaba un entendimiento equivocado de la misión de Jesús y un deseo egoísta y estrecho. El reino de los cielos no responde a las ambiciones políticas de los hombres, ni tampoco establece estructuras de poder para beneficiar a sus ocupantes. Lo que esa madre debió haber deseado era que sus hijos permanecieran con Jesús y participaran de su ministerio. Con el tiempo, ambos hombres cumplieron funciones extraordinarias en la formación del gran movimiento cristiano, pero solo cuando comprendieron la naturaleza espiritual del reino de Dios.
Ahora bien, más allá de si estaba bien o no el pedido de esta madre, podemos ver detrás de esta historia una enseñanza que repercute hasta el presente: la unidad familiar. Estos padres se unieron para que sus hijos permanecieran al lado de Jesús, y esta unidad debería estar presente en cada hogar de esta tierra.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario