A ti clamaré, Jehová ¡Roca mía, no te desentiendas de mí! (Salmos 28:1).
Alguna vez has lanzado esa misma súplica ante el «silencio de Dios» en tu vida? ¿Has tenido la sensación de que el Señor no escucha tu clamor? Sin duda alguna, todas hemos pasado por esta experiencia. Ayer hablábamos de la necesidad de ser pacientes y esperar en Dios pero, ¿cómo lo logramos en esos días en los que estamos angustiadas, deseando escuchar la voz de Dios, y lo único que escuchamos es su silencio?
Según los eruditos, David escribió el salmo 28 cuando se hallaba en medio de un fuerte vendaval de tentaciones. Puede ser que en estos momentos tu vida también esté siendo azotada por el látigo de la tentación. Quizás estés clamando porque enfrentas una situación muy dura emocional o económicamente. Puede que ya ni recuerdes qué es tener una buena salud, o que hayas perdido toda oportunidad de estudiar la carrera con la que siempre has soñado. Los días de espera se transforman para ti en una cárcel del tiempo; pasa uno, pasan dos, tres... clamas y vuelves a clamar, pero todo sigue igual.
No solo el salmista sintió el silencio de Dios. Abre la Biblia, y deja hablar a sus protagonistas. Abraham y Sara esperaron muchos años hasta que la promesa de un hijo se hizo realidad. El pueblo de Israel esperó cuarenta años para poder entrar en la tierra prometida. Simeón y Ana vieron sus cabellos encanecerse antes de tener la dicha de tomar en sus manos al Mesías prometido. La lista podría alargarse si dedicas tiempo a encontrar a estos personajes que han vivido circunstancias parecidas a las tuyas. Pero no olvides una cosa: todos recibieron la promesa divina. Todos, como David, entendieron el aparente «silencio de Dios» y pudieron exclamar finalmente: «¡Bendito sea Jehová, que oyó la voz de mis ruegos!».
¿Te das cuenta? Por muy desesperada que pueda parecer tu situación, por muchos días, meses o años en los que solo te parezca escuchar el silencio divino. Dios oye la voz de tu ruego. Dios sigue siendo tu Roca. Cuando Dios calla, es que está trabajando a tu favor.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Alguna vez has lanzado esa misma súplica ante el «silencio de Dios» en tu vida? ¿Has tenido la sensación de que el Señor no escucha tu clamor? Sin duda alguna, todas hemos pasado por esta experiencia. Ayer hablábamos de la necesidad de ser pacientes y esperar en Dios pero, ¿cómo lo logramos en esos días en los que estamos angustiadas, deseando escuchar la voz de Dios, y lo único que escuchamos es su silencio?
Según los eruditos, David escribió el salmo 28 cuando se hallaba en medio de un fuerte vendaval de tentaciones. Puede ser que en estos momentos tu vida también esté siendo azotada por el látigo de la tentación. Quizás estés clamando porque enfrentas una situación muy dura emocional o económicamente. Puede que ya ni recuerdes qué es tener una buena salud, o que hayas perdido toda oportunidad de estudiar la carrera con la que siempre has soñado. Los días de espera se transforman para ti en una cárcel del tiempo; pasa uno, pasan dos, tres... clamas y vuelves a clamar, pero todo sigue igual.
No solo el salmista sintió el silencio de Dios. Abre la Biblia, y deja hablar a sus protagonistas. Abraham y Sara esperaron muchos años hasta que la promesa de un hijo se hizo realidad. El pueblo de Israel esperó cuarenta años para poder entrar en la tierra prometida. Simeón y Ana vieron sus cabellos encanecerse antes de tener la dicha de tomar en sus manos al Mesías prometido. La lista podría alargarse si dedicas tiempo a encontrar a estos personajes que han vivido circunstancias parecidas a las tuyas. Pero no olvides una cosa: todos recibieron la promesa divina. Todos, como David, entendieron el aparente «silencio de Dios» y pudieron exclamar finalmente: «¡Bendito sea Jehová, que oyó la voz de mis ruegos!».
¿Te das cuenta? Por muy desesperada que pueda parecer tu situación, por muchos días, meses o años en los que solo te parezca escuchar el silencio divino. Dios oye la voz de tu ruego. Dios sigue siendo tu Roca. Cuando Dios calla, es que está trabajando a tu favor.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
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