Con tu amor me guardaste [...], y le diste la espalda a mis pecados (Isaías 38:17).
El rey Ezequías quiso convencer a Dios para que cambiara sus planes. Presentando la lista de las «buenas obras» que había realizado a lo largo de su vida, pensaba que daría a Dios motivos más que suficientes para que le concediera más años en esta tierra. Su angustia frente a la muerte es comparable a la que todos sentimos en circunstancias similares. Pero Dios no concedió al rey lo que pedía porque sus obras fueran buenas, sino por su propia gracia infinita. De ese modo mostró que sus designios siempre son los mejores y que la salvación del alma es su máxima prioridad. Lamentablemente, Ezequías no supo aprovechar esta segunda oportunidad, por lo que Dios no pudo cumplir su propósito en él.
A veces, cuando leemos la Biblia, nos preguntamos: ¿Cómo pudieron personas como Sansón, Jonás o Ezequías actuar como lo hicieron? Incluso llegarnos a pensar que si hubiéramos estado en su lugar, la historia hubiera sido distinta. Sin embargo, nuestra trayectoria en este mundo no difiere mucho de la de ellos. ¿Cuántas veces hemos sido tan necias como para jugar con la tentación creyendo que no nos quemaríamos? Quizás hemos caído en el abuso de algún estimulante buscando mejorar nuestro rendimiento, desarrollar nuestros músculos, aliviar la tensión o superar nuestra timidez. Tal vez hayamos hecho lo incorrecto para recibir palabras de elogio o para ser aceptadas por algún grujió. ¿Acaso no te identificas en nada con Sansón? ¿Acaso nunca te has encontrado huyendo de Dios como Jonás?
Cada mañana le levantas y te cuesta encontrar tiempo para orar y estudiar la Palabra. La hora del culto la vas reemplazando poco a poco por actividades más «necesarias». Tal vez, como Ezequías, olvidas cómo Dios ha manejado tu pasado y piensas que por tus buenas obras debe permitirte llevar a cabo tus planes. Te aconsejo que leas de nuevo cuál fue el final de los personajes que hemos mencionado.
Nunca le pidas a Dios que cambie sus planes para tu vida. Si llega la angustia, no te rebeles, solo pídele al Señor la fuerza necesaria para vencer. Si caes en el abismo, extiende tu mano; allí encontrarás el brazo divino.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
El rey Ezequías quiso convencer a Dios para que cambiara sus planes. Presentando la lista de las «buenas obras» que había realizado a lo largo de su vida, pensaba que daría a Dios motivos más que suficientes para que le concediera más años en esta tierra. Su angustia frente a la muerte es comparable a la que todos sentimos en circunstancias similares. Pero Dios no concedió al rey lo que pedía porque sus obras fueran buenas, sino por su propia gracia infinita. De ese modo mostró que sus designios siempre son los mejores y que la salvación del alma es su máxima prioridad. Lamentablemente, Ezequías no supo aprovechar esta segunda oportunidad, por lo que Dios no pudo cumplir su propósito en él.
A veces, cuando leemos la Biblia, nos preguntamos: ¿Cómo pudieron personas como Sansón, Jonás o Ezequías actuar como lo hicieron? Incluso llegarnos a pensar que si hubiéramos estado en su lugar, la historia hubiera sido distinta. Sin embargo, nuestra trayectoria en este mundo no difiere mucho de la de ellos. ¿Cuántas veces hemos sido tan necias como para jugar con la tentación creyendo que no nos quemaríamos? Quizás hemos caído en el abuso de algún estimulante buscando mejorar nuestro rendimiento, desarrollar nuestros músculos, aliviar la tensión o superar nuestra timidez. Tal vez hayamos hecho lo incorrecto para recibir palabras de elogio o para ser aceptadas por algún grujió. ¿Acaso no te identificas en nada con Sansón? ¿Acaso nunca te has encontrado huyendo de Dios como Jonás?
Cada mañana le levantas y te cuesta encontrar tiempo para orar y estudiar la Palabra. La hora del culto la vas reemplazando poco a poco por actividades más «necesarias». Tal vez, como Ezequías, olvidas cómo Dios ha manejado tu pasado y piensas que por tus buenas obras debe permitirte llevar a cabo tus planes. Te aconsejo que leas de nuevo cuál fue el final de los personajes que hemos mencionado.
Nunca le pidas a Dios que cambie sus planes para tu vida. Si llega la angustia, no te rebeles, solo pídele al Señor la fuerza necesaria para vencer. Si caes en el abismo, extiende tu mano; allí encontrarás el brazo divino.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
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