viernes, 21 de enero de 2011

PALABRAS DIVINAS

Él es quien perdona todas tus maldades, el que sana todas tus dolencias, el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores misericordias (Salmos 103:3,4),

Un Pasado tormentoso hacía más cruel su presente. Aquellas muchachas recibían la sentencia implacable de haber vivido una vida desordenada y vacía. No solo sus cuerpos parecían languidecer como flores marchitas, también sus almas gemían casi sin aliento, pidiendo una nueva oportunidad que parecía no llegar nunca. Allí, en aquel sanatorio para enfermos de sida, las cuatro jóvenes que poco tiempo atrás habían deslumbrado a su paso, ahora se quebraban bajo el recuerdo de quienes pudieron haber sido. Así de cruel era su realidad.
En esa situación tan desesperada, llegaron a sus oídos las palabras divinas: «Yo perdono todas tus maldades, sano tus dolencias y rescato del hoyo tu vida, coronándote de favores y misericordias». Si tú fueras una de esas muchachas, ¿qué sentirías al escuchar esas palabras?
En una ocasión llevaron ante Jesús a una mujer con un pasado y un presente condenables. No tenía esperanzas. Si aquellos hombres que ella sabía que eran malos, la condenaban por sus faltas, ¿qué podría pensar Jesús de ella? Él era tan justo que seguramente confirmaría la sentencia de muerte que ya se había pronunciado. Y allí, no en un sanatorio, sino en el escenario del pecado, donde todos sabían lo que ella era en realidad, fueron pronunciadas aquellas misericordiosas palabras: «Ni yo te condeno, vete y no peques más» (Juan 8: 11),
¿Necesitas que el Señor, en su abundante misericordia, perdone tus pecados? La Biblia atestigua que lodos hemos pecado y que por lo tanto estamos destituidos de. la gloria de Dios. Pero en Cristo, podemos empezar de nuevo.
De las cuatro jóvenes infectadas con el VIH, solo dos volvieron a nacer en las aguas bautismales. Las demás se justificaron diciendo que las circunstancias las habían obligado a actuar como lo habían hecho. La mujer adúltera también volvió a nacer. ¿Y tú? ¿Dejarás que el milagro se efectúe en tu vida? ¿Exclamarás: «¡Señor, quiero!»? Entonces, oirás: «Sé limpia». Cuando el aliento divino entra en ti, naces como una nueva criatura.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

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