Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos. Mateo 5:44.
En el día de ayer vimos que es posible, según la decisión que tomemos, ser hermano o hermana de Cristo. Claro, en este gran conflicto universal en que estamos inmersos, no siempre resulta fácil hacer la voluntad de Dios, pero su amor incondicional nos sostiene en nuestro propio conflicto espiritual. Este amor viene unido a su maravilloso poder para que logremos vivir de acuerdo a lo que su Palabra nos pide.
Marcelo ya había cumplido los 18 años, y con su porte varonil y atlético daba siempre la impresión de tener "todo bajo control". Estaba a punto de ingresar a la universidad, así que en nuestros diálogos había una especie de tristeza mezclada con cariño por todo el tiempo que Dios nos había permitido compartir. Una mañana, durante un recreo, solicitó tener una entrevista privada, y una vez que ingresó a mi oficina le pregunté: "¿Todo bajo control?" "No", respondió de inmediato, luego hizo una pausa como para pensar bien sus palabras y no ser traicionado por sus emociones. Entonces pasó a contarme lo que estaba viviendo.
Durante largos años, el hogar de Marcelo había sido un volcán. Su padre, un hombre iracundo y violento, había ocasionado dolor y daños mientras vivió con su familia, y sus ataques continuaron luego que los abandonara. Aunque de eso ya habían pasado muchos años, los tristes recuerdos estaban muy presentes en la mente de Marcelo. Por momentos sus ojos derramaban lágrimas, al describir el triste relato de un hijo no querido por su padre, de alguien que había procurado recibir afecto, pero que nunca lo había conseguido. "Hoy, a esta altura de mi vida —dijo Marcelo— siento que lo odio con todas mis fuerzas".
Cuando terminó su descripción, le pregunté: "¿Marcelo, y cuál es el propósito de esta conversación, si veo que ya tienes todo resuelto?" Con una mirada franca, Marcelo me contestó: "Capellán, estoy aquí para que me ayude a sacar ese odio que me está matando. Hay algo dentro de mí que me está destruyendo, en vez de destruir a mi padre".
Cuando Dios en su Palabra nos pide que hagamos su voluntad y nos invita a ser humildes, sencillos e incluso a amar a nuestros "enemigos", no lo hace únicamente a favor de aquellos a quienes no queremos, también lo hace por nosotros. Cada persona que perdona de corazón y procura olvidar el daño recibido sin almacenar odio, se está haciendo un bien a sí misma, al aprovechar el efecto restaurador del perdón. Sé que no es fácil, también sé que a veces nuestra naturaleza pide lo contrario, pero Jesús, nuestro Hermano mayor, nos invita a ser como él, que siempre hizo la voluntad divina. No le permitas al enemigo ganar esta lucha odiando a los que te hicieron daño; vence con la sangre de Jesús.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela
En el día de ayer vimos que es posible, según la decisión que tomemos, ser hermano o hermana de Cristo. Claro, en este gran conflicto universal en que estamos inmersos, no siempre resulta fácil hacer la voluntad de Dios, pero su amor incondicional nos sostiene en nuestro propio conflicto espiritual. Este amor viene unido a su maravilloso poder para que logremos vivir de acuerdo a lo que su Palabra nos pide.
Marcelo ya había cumplido los 18 años, y con su porte varonil y atlético daba siempre la impresión de tener "todo bajo control". Estaba a punto de ingresar a la universidad, así que en nuestros diálogos había una especie de tristeza mezclada con cariño por todo el tiempo que Dios nos había permitido compartir. Una mañana, durante un recreo, solicitó tener una entrevista privada, y una vez que ingresó a mi oficina le pregunté: "¿Todo bajo control?" "No", respondió de inmediato, luego hizo una pausa como para pensar bien sus palabras y no ser traicionado por sus emociones. Entonces pasó a contarme lo que estaba viviendo.
Durante largos años, el hogar de Marcelo había sido un volcán. Su padre, un hombre iracundo y violento, había ocasionado dolor y daños mientras vivió con su familia, y sus ataques continuaron luego que los abandonara. Aunque de eso ya habían pasado muchos años, los tristes recuerdos estaban muy presentes en la mente de Marcelo. Por momentos sus ojos derramaban lágrimas, al describir el triste relato de un hijo no querido por su padre, de alguien que había procurado recibir afecto, pero que nunca lo había conseguido. "Hoy, a esta altura de mi vida —dijo Marcelo— siento que lo odio con todas mis fuerzas".
Cuando terminó su descripción, le pregunté: "¿Marcelo, y cuál es el propósito de esta conversación, si veo que ya tienes todo resuelto?" Con una mirada franca, Marcelo me contestó: "Capellán, estoy aquí para que me ayude a sacar ese odio que me está matando. Hay algo dentro de mí que me está destruyendo, en vez de destruir a mi padre".
Cuando Dios en su Palabra nos pide que hagamos su voluntad y nos invita a ser humildes, sencillos e incluso a amar a nuestros "enemigos", no lo hace únicamente a favor de aquellos a quienes no queremos, también lo hace por nosotros. Cada persona que perdona de corazón y procura olvidar el daño recibido sin almacenar odio, se está haciendo un bien a sí misma, al aprovechar el efecto restaurador del perdón. Sé que no es fácil, también sé que a veces nuestra naturaleza pide lo contrario, pero Jesús, nuestro Hermano mayor, nos invita a ser como él, que siempre hizo la voluntad divina. No le permitas al enemigo ganar esta lucha odiando a los que te hicieron daño; vence con la sangre de Jesús.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela
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