domingo, 23 de enero de 2011

UN MENSAJE. UNA RESPUESTA

Díganle a Ezequías que así dice el gran rey, el rey de Asiría: «¿En que se basa tu confianza?» (2 Reyes 18:19 NVI)

La realidad que afrontaba en aquel, entonces el rey Ezequías no era nada fácil Como nación habían desechado a Dios, el único ser digno de confianza, y en su lugar se apoyaban en el brazo humano para que los ayudara a vencer sus batallas. ¡Qué terrible situación! ¿Cuántas veces cometemos nosotras el mismo error y, dejando de confiar en Dios, ponemos nuestra fuerza en los recursos humanos? Ahora, con prepotencia, se presentaba ante el pueblo de Israel la poderosa nación asiría, con un mensaje que no solo atemorizaba a los dirigentes, sino a todo el pueblo. «¿Quién les librará de mis manos? -repetía una y otra vez el emisario asirio-, ¡No hay dios capaz de truncar mis planes!».
Como mujeres cristianas hemos tenido que escuchar en nuestras vidas mensajes similares a este. De una y otra forma los demás vierten sobre nosotras palabras de desánimo, que nos bajan la autoestima y nos descorazonan. ¡Cuántas veces desmayamos ante las vicisitudes que debemos enfrentar porque aquellos que nos rodean nos envían mensajes desalentadores! ¡Cuántas madres solteras, que asumen también la función de padres tratando de guiar a sus hijos por el buen camino sin aparentes resultados positivos, no reciben una palabra de aliento! ¡Cuántas mujeres venden sus cuerpos porque no han encontrado otra salida y son rechazadas y marginadas por propios y extraños! Las amenazas reales que afrontamos las mujeres provienen de un ser que, por detrás, se jacta pronunciando las palabras: «¿Quién os librará de mi mano?». Con prepotencia, el enemigo intenta destruirnos, atormentándonos con nuestros errores pasados.
Tanto el pueblo israelita como el rey conocían sus pecados pasados, su falta de lealtad al Dios que. los había apartado para que fueran su especial tesoro. Pero lo más maravilloso de esta historia no es el drama sangriento que representaba aquel arrogante rey asirio, sino la actitud de Dios frente a tal escenario: «Yo ampararé esta ciudad para salvarla» (2 Rey. 19:34).
Nunca olvides que, a pesar de las circunstancias, él te amparará para salvarte.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

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