El amor es sufrido, es benigno... no guarda rencor. 1 Corintios 13:4, 5.
A medida que se ingresa en el mundo adulto se hace más difícil la reconciliación. Mis alumnos de los primeros grados escolares pueden pelearse, tirarse el pelo, gritarse y llorar en el transcurso de un recreo, pero en el siguiente recreo ya están nuevamente jugando juntos. Para los adultos no resulta tan natural perdonar y volver a empezar.
Por ese motivo, Pablo le enseñó a la iglesia de Corinto que el amor y el perdón van "tomados de la mano". Cuatro amigas que asistían como alumnas al colegio adventista, desde pequeñas compartían una hermosa amistad. Salían juntas, se quedaban a dormir unas en las casas de otras, se ayudaban en el estudio y se contaban intimidades y secretos. Ellas me habían permitido, hasta cierto punto, compartir esa amistad, así que a menudo estaban en mi oficina conversando y contándome sus planes y proyectos.
Al llegar a los últimos años de la enseñanza media, dos de ellas cometieron un error y el grupo se dividió. Me llamó la atención que vinieran solo dos a verme y cuando las otras dos quisieron entrar a la oficina, al ver a sus compañeras, dieron marcha atrás y se retiraron. Me dolió que una amistad de años se rompiera de esa manera y las animé a perdonarse y comenzar otra vez. Una de ellas prometió nunca más volver a tener a las otras como amigas, pero la fuerza del cariño y el perdón pudo más y después de algunos días, otra vez las cuatro fueron las amigas inseparables de siempre.
Tus amigos te pueden fallar y tú también les puedes fallar a ellos. Esto es común, ya que somos seres humanos con errores y defectos, pero Dios desea que, de habernos ofendido, hablemos y nos reconciliemos con aquellos que queremos. No tiene sentido alejarnos eternamente de una persona si pretendemos vivir con Cristo en el cielo. Es verdad, allí no habrá errores, tampoco habrá pleitos ni iras, pero el espíritu de perdón y reconciliación tiene que reinar en los corazones de los que aspiran a ser ciudadanos de la nueva Jerusalén. ¿Te imaginas a dos personas redimidas que en el cielo se ignoren por problemas que tuvieron acá en la tierra? Es imposible. Entonces comienza a practicar el perdón y la reconciliación con los que erraron, y continuarás preparándote como ciudadano celestial.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela
A medida que se ingresa en el mundo adulto se hace más difícil la reconciliación. Mis alumnos de los primeros grados escolares pueden pelearse, tirarse el pelo, gritarse y llorar en el transcurso de un recreo, pero en el siguiente recreo ya están nuevamente jugando juntos. Para los adultos no resulta tan natural perdonar y volver a empezar.
Por ese motivo, Pablo le enseñó a la iglesia de Corinto que el amor y el perdón van "tomados de la mano". Cuatro amigas que asistían como alumnas al colegio adventista, desde pequeñas compartían una hermosa amistad. Salían juntas, se quedaban a dormir unas en las casas de otras, se ayudaban en el estudio y se contaban intimidades y secretos. Ellas me habían permitido, hasta cierto punto, compartir esa amistad, así que a menudo estaban en mi oficina conversando y contándome sus planes y proyectos.
Al llegar a los últimos años de la enseñanza media, dos de ellas cometieron un error y el grupo se dividió. Me llamó la atención que vinieran solo dos a verme y cuando las otras dos quisieron entrar a la oficina, al ver a sus compañeras, dieron marcha atrás y se retiraron. Me dolió que una amistad de años se rompiera de esa manera y las animé a perdonarse y comenzar otra vez. Una de ellas prometió nunca más volver a tener a las otras como amigas, pero la fuerza del cariño y el perdón pudo más y después de algunos días, otra vez las cuatro fueron las amigas inseparables de siempre.
Tus amigos te pueden fallar y tú también les puedes fallar a ellos. Esto es común, ya que somos seres humanos con errores y defectos, pero Dios desea que, de habernos ofendido, hablemos y nos reconciliemos con aquellos que queremos. No tiene sentido alejarnos eternamente de una persona si pretendemos vivir con Cristo en el cielo. Es verdad, allí no habrá errores, tampoco habrá pleitos ni iras, pero el espíritu de perdón y reconciliación tiene que reinar en los corazones de los que aspiran a ser ciudadanos de la nueva Jerusalén. ¿Te imaginas a dos personas redimidas que en el cielo se ignoren por problemas que tuvieron acá en la tierra? Es imposible. Entonces comienza a practicar el perdón y la reconciliación con los que erraron, y continuarás preparándote como ciudadano celestial.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela
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