Porque los montes se moverán y los collados temblaran pero no se apartara de ti mi misericordia ni el pacto de mi paz. se romperá», dice Jehová, el que. tiene misericordia de ti (Isaías 54:10).
Corrían tiempos sumamente difíciles. Nuestros esfuerzos cotidianos parecían no dar abasto para cubrir todas nuestras necesidades diarias. Los alimentos escaseaban y cada sábado a nuestra mesa se sentaban varias personas que venían de lejos para asistir al culto sabático. Un viernes por la tarde, como tantas mujeres adventistas, me disponía a preparar la comida para el sábado cuando me percaté de que en casa no había casi nada, por no decir nada, apropiado para dar a aquellos hermanos que después de comer emprenderían una jornada agotadora de regreso a sus hogares.
Lo único que podía hacer era orar. A mi mente llegaban relatos bíblicos de milagros, y yo albergaba la esperanza de que alguno de ellos se hiciera realidad en mi situación. No tuve necesidad ni tan siquiera de salir de casa. Al poco rato, un hermano me trajo pescado y otro me proporcionó unos deliciosos tamales. Sintiendo una emoción indescriptible, miré entonces la botella de aceite, y vi que no quedaba suficiente para preparar aquellos alimentos. Así que volví a orar. Di las gracias por las provisiones que Dios me había hecho llegar, pero también rogué para tener más aceite, pues lo necesitaba imperiosamente.
Con esa fe que solo Dios puede depositar en nosotros en momentos difíciles, comencé a preparar aquella comida, que finalmente fué todo un éxito. El aceite no se terminó hasta días más tarde, cuando tuvimos la posibilidad de comprar más. No aumentaba su volumen, pero tampoco disminuía. ¡Qué muestra más auténtica del amor de Dios para con sus hijos!
Si estás pasando por el valle de la escasez y no tienes en tus manos la solución, recuerda que hay un Dios de los imposibles que tiene compasión de ti. Simplemente dirígete a él en oración y da el primer paso para hacer tu parte, confiada en que la provisión llegará a su debido tiempo.
El amor es capaz de ver aun en medio de la más absoluta de las oscuridades.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
Corrían tiempos sumamente difíciles. Nuestros esfuerzos cotidianos parecían no dar abasto para cubrir todas nuestras necesidades diarias. Los alimentos escaseaban y cada sábado a nuestra mesa se sentaban varias personas que venían de lejos para asistir al culto sabático. Un viernes por la tarde, como tantas mujeres adventistas, me disponía a preparar la comida para el sábado cuando me percaté de que en casa no había casi nada, por no decir nada, apropiado para dar a aquellos hermanos que después de comer emprenderían una jornada agotadora de regreso a sus hogares.
Lo único que podía hacer era orar. A mi mente llegaban relatos bíblicos de milagros, y yo albergaba la esperanza de que alguno de ellos se hiciera realidad en mi situación. No tuve necesidad ni tan siquiera de salir de casa. Al poco rato, un hermano me trajo pescado y otro me proporcionó unos deliciosos tamales. Sintiendo una emoción indescriptible, miré entonces la botella de aceite, y vi que no quedaba suficiente para preparar aquellos alimentos. Así que volví a orar. Di las gracias por las provisiones que Dios me había hecho llegar, pero también rogué para tener más aceite, pues lo necesitaba imperiosamente.
Con esa fe que solo Dios puede depositar en nosotros en momentos difíciles, comencé a preparar aquella comida, que finalmente fué todo un éxito. El aceite no se terminó hasta días más tarde, cuando tuvimos la posibilidad de comprar más. No aumentaba su volumen, pero tampoco disminuía. ¡Qué muestra más auténtica del amor de Dios para con sus hijos!
Si estás pasando por el valle de la escasez y no tienes en tus manos la solución, recuerda que hay un Dios de los imposibles que tiene compasión de ti. Simplemente dirígete a él en oración y da el primer paso para hacer tu parte, confiada en que la provisión llegará a su debido tiempo.
El amor es capaz de ver aun en medio de la más absoluta de las oscuridades.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
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