«Vivan en armonía los unos con los otros; compartan penas y alegrías, practiquen el amor fraternal, sean compasivos y humildes», 1 Pedro 3:8.
Muchas veces creemos que nadie más tiene carencias, y queremos solucionar nuestros problemas en primer lugar, en vez de compartir nuestras bendiciones. Por eso quiero contarte la historia de una madre compasiva.
Su familia pasaba por momentos muy difíciles. Ni siquiera tenían comida en casa. Una persona se dio cuenta de la situación tan precaria, y lo comentó a una señora que conocía debido su interés en ayudar a los demás. Cuando se enteró del problema, aquella dama rápidamente fue a su despensa, llenó varias bolsas con alimentos, y se dirigió a la casa que le indicaron.
La madre que te mencioné recibió las bolsas que la otra señora le entregó tan generosamente; esta última permaneció un rato en el hogar. La madre se puso a preparar una comida para sus hijos. Mientras ellos comían, empacó cierta cantidad de los alimentos que sobraban y salió un momento, llevándolos consigo.
A la benefactora le llamó la atención ese comportamiento. Estaba intrigada, no entendía lo que sucedía. Cuando la madre regresó, le preguntó a dónde había llevado la comida. Ella respondió que había ido a la casa de otra vecina para dársela, pues sabía que tampoco tenían algo qué comer.
La señora quedó sorprendida ante la compasión de esa madre, que no solamente se preocupaba por los suyos, también por otros que padecían lo mismo. Núestro mundo sería diferente si nos interesaon las necesidades de los demás, ¿no te parece?
Tomado de meditaciones matinales para menores
Conéctate con Jesús
Por Noemí Gil Gálvez
Muchas veces creemos que nadie más tiene carencias, y queremos solucionar nuestros problemas en primer lugar, en vez de compartir nuestras bendiciones. Por eso quiero contarte la historia de una madre compasiva.
Su familia pasaba por momentos muy difíciles. Ni siquiera tenían comida en casa. Una persona se dio cuenta de la situación tan precaria, y lo comentó a una señora que conocía debido su interés en ayudar a los demás. Cuando se enteró del problema, aquella dama rápidamente fue a su despensa, llenó varias bolsas con alimentos, y se dirigió a la casa que le indicaron.
La madre que te mencioné recibió las bolsas que la otra señora le entregó tan generosamente; esta última permaneció un rato en el hogar. La madre se puso a preparar una comida para sus hijos. Mientras ellos comían, empacó cierta cantidad de los alimentos que sobraban y salió un momento, llevándolos consigo.
A la benefactora le llamó la atención ese comportamiento. Estaba intrigada, no entendía lo que sucedía. Cuando la madre regresó, le preguntó a dónde había llevado la comida. Ella respondió que había ido a la casa de otra vecina para dársela, pues sabía que tampoco tenían algo qué comer.
La señora quedó sorprendida ante la compasión de esa madre, que no solamente se preocupaba por los suyos, también por otros que padecían lo mismo. Núestro mundo sería diferente si nos interesaon las necesidades de los demás, ¿no te parece?
Tomado de meditaciones matinales para menores
Conéctate con Jesús
Por Noemí Gil Gálvez
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