“No tenga deudas pendientes con nadie, a no ser la de amarse unos a otros”. Romanos 13:8.
El compromiso y la responsabilidad van de la mano. No solamente tenemos que hacer las cosas a que nos comprometemos: hay que hacerlas bien. “Ya no daré clases el año que viene”, pensaba la mujer en su casa aquella tarde. ”Sería bueno dar la oportunidad a otras personas: además, he invertido tanto tiempo y quién sabe si ha valido la pena”.
Cierto día, al abrir su correspondencia encontró una carta. “Qué raro”, se dijo. “Viene del campo de batalla”. Abrió el sobre, sacó la hoja y empezó a leer.
Querida maestra:
No me es posible escribir esta carta yo mismo, le pedí a otra persona de buen corazón que o haga por mí. Estoy en el hospital herido de gravedad, no tengo esperanzas de sobrevivir, pero antes quise escribirle esta carta para agradecerle lo que hizo por mí.
Recuerdo las lecciones de la Biblia que usted me enseñó. Quiero decirle que ha aceptado a Jesús como mi Salvador personal, y todo se lo debo a lo que usted hizo por mí.
La maestra no pudo seguir leyendo. ¿Cómo era posible que, cuando había perdido los deseos de seguir en la Escuela Sabática, recibiera esa carta? Cierto, a veces los resultados no se veían rápidamente, pero Dios prosperaría su trabajo más adelante. Decidió continuar al frente del grupo que durante tantos años su iglesia le había pedido que atendiera; esa era su misión. El compromiso debía continuar. Dios se encargaría de los resultados.
Tomado de meditaciones matinales para menores
Conéctate con Jesús
Por Noemí Gil Gálvez
El compromiso y la responsabilidad van de la mano. No solamente tenemos que hacer las cosas a que nos comprometemos: hay que hacerlas bien. “Ya no daré clases el año que viene”, pensaba la mujer en su casa aquella tarde. ”Sería bueno dar la oportunidad a otras personas: además, he invertido tanto tiempo y quién sabe si ha valido la pena”.
Cierto día, al abrir su correspondencia encontró una carta. “Qué raro”, se dijo. “Viene del campo de batalla”. Abrió el sobre, sacó la hoja y empezó a leer.
Querida maestra:
No me es posible escribir esta carta yo mismo, le pedí a otra persona de buen corazón que o haga por mí. Estoy en el hospital herido de gravedad, no tengo esperanzas de sobrevivir, pero antes quise escribirle esta carta para agradecerle lo que hizo por mí.
Recuerdo las lecciones de la Biblia que usted me enseñó. Quiero decirle que ha aceptado a Jesús como mi Salvador personal, y todo se lo debo a lo que usted hizo por mí.
La maestra no pudo seguir leyendo. ¿Cómo era posible que, cuando había perdido los deseos de seguir en la Escuela Sabática, recibiera esa carta? Cierto, a veces los resultados no se veían rápidamente, pero Dios prosperaría su trabajo más adelante. Decidió continuar al frente del grupo que durante tantos años su iglesia le había pedido que atendiera; esa era su misión. El compromiso debía continuar. Dios se encargaría de los resultados.
Tomado de meditaciones matinales para menores
Conéctate con Jesús
Por Noemí Gil Gálvez
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