Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. Juan 15:15.
Hasta hace un par de siglos era común que la clase más rica y adinerada tuviera siervos o esclavos para atender los quehaceres domésticos. Estos siervos formaban parte del patrimonio familiar de su amo, sus hijos nacían como esclavos, y en algunos casos, sus amos les buscaban esposo o esposa.
La servidumbre debía soportar maltratos, gritos, insultos y eran muy pocos los derechos que los protegían. Dentro de la nación hebrea, un hebreo no podía ser esclavo de otro, pero cuando se conquistaba a otra nación, parte del botín incluía repartir y vender siervos entre los más pudientes. Pero aunque los israelitas no se consideraban esclavos de nadie (Juan 8:33), cuando Jesús llegó al mundo, formaban parte de una provincia romana y sus rebeliones eran sofocadas violentamente por el Imperio.
El siervo no tenía ni voz ni opinión en las decisiones de su amo. Si el amo quería lo vendía, si consideraba que había realizado mal su trabajo lo castigaba, y todo lo que el amo le pedía al siervo tenía la fuerza de una ley. Los esclavos no contaban con mayor protección que las de las circunstancias, y toda su vida consistía en trabajar, alimentarse y reproducirse.
En el entorno israelita, ser considerado o tratado como siervo era sumamente humillante. Por esta razón, al llegar los doce al aposento alto y ver que no había nadie para desempeñar las labores de la servidumbre, ninguno de ellos tomó la iniciativa de servir. Si cada uno de ellos quería el lugar más importante en el gobierno que formaría el Mesías, no podían rebajarse a lavar los polvorientos pies de sus compañeros.
Jesús, el Maestro y Señor, se humilló y tomó la toalla y el lebrillo. No lo hizo como siervo, ya que ellos no lo consideraban así, sino como amigo. Incluso los discípulos, no eran tenidos como siervos "porque el siervo no sabe lo que hace su señor", sino que eran considerados amigos, porque se les había revelado la voluntad del Padre. Ante la vista del Señor no había privilegios ni privilegiados, todos eran amigos y ellos debían considerarse así unos a otros.
Hoy, nosotros también formamos parte de los amigos de Jesús, porque a través de su Palabra nos fue revelada la voluntad de Dios. Por su gracia tenemos luz en abundancia para conocer lo que él espera de nuestra vida y cuál será el destino de este mundo de pecado. ¡Qué privilegio el de ser considerados amigos de Dios! No sigas con las actividades de este día sin antes agradecerle a tu Amigo por tratarte como tal.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela
Hasta hace un par de siglos era común que la clase más rica y adinerada tuviera siervos o esclavos para atender los quehaceres domésticos. Estos siervos formaban parte del patrimonio familiar de su amo, sus hijos nacían como esclavos, y en algunos casos, sus amos les buscaban esposo o esposa.
La servidumbre debía soportar maltratos, gritos, insultos y eran muy pocos los derechos que los protegían. Dentro de la nación hebrea, un hebreo no podía ser esclavo de otro, pero cuando se conquistaba a otra nación, parte del botín incluía repartir y vender siervos entre los más pudientes. Pero aunque los israelitas no se consideraban esclavos de nadie (Juan 8:33), cuando Jesús llegó al mundo, formaban parte de una provincia romana y sus rebeliones eran sofocadas violentamente por el Imperio.
El siervo no tenía ni voz ni opinión en las decisiones de su amo. Si el amo quería lo vendía, si consideraba que había realizado mal su trabajo lo castigaba, y todo lo que el amo le pedía al siervo tenía la fuerza de una ley. Los esclavos no contaban con mayor protección que las de las circunstancias, y toda su vida consistía en trabajar, alimentarse y reproducirse.
En el entorno israelita, ser considerado o tratado como siervo era sumamente humillante. Por esta razón, al llegar los doce al aposento alto y ver que no había nadie para desempeñar las labores de la servidumbre, ninguno de ellos tomó la iniciativa de servir. Si cada uno de ellos quería el lugar más importante en el gobierno que formaría el Mesías, no podían rebajarse a lavar los polvorientos pies de sus compañeros.
Jesús, el Maestro y Señor, se humilló y tomó la toalla y el lebrillo. No lo hizo como siervo, ya que ellos no lo consideraban así, sino como amigo. Incluso los discípulos, no eran tenidos como siervos "porque el siervo no sabe lo que hace su señor", sino que eran considerados amigos, porque se les había revelado la voluntad del Padre. Ante la vista del Señor no había privilegios ni privilegiados, todos eran amigos y ellos debían considerarse así unos a otros.
Hoy, nosotros también formamos parte de los amigos de Jesús, porque a través de su Palabra nos fue revelada la voluntad de Dios. Por su gracia tenemos luz en abundancia para conocer lo que él espera de nuestra vida y cuál será el destino de este mundo de pecado. ¡Qué privilegio el de ser considerados amigos de Dios! No sigas con las actividades de este día sin antes agradecerle a tu Amigo por tratarte como tal.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
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