El amor no hace mal al prójimo; asi que ti cumplimiento de la Ley es el amor. (Romanos 13:10).
La noticia era tan escalofriante que costaba asimilarla: una abuela había encerrado a su nieto en el baño, lo había rociado con alcohol y le había prendido fuego, cerrando la puerta para que no pudiera escapar. ¿Qué pudo impulsar a aquella mujer a realizar un acto tan horrendo? Su hijo se había separado y la madre del niño, temiendo por la seguridad del pequeño, había obtenido una orden de alejamiento para la familia paterna. La abuela, buscando venganza, acabó con la vida del que era también hijo de su hijo, y su propio nieto.
Historias como esta nos hacen temblar. Dios creó al ser humano para que manifestara amor, un amor que no hiciera mal al prójimo, un amor que revelara el cumplimiento de su ley en la humanidad. ¿Por qué, entonces, escuchamos noticias de tan enorme crueldad? Porque el ser humano se ha alejado de Dios, por tanto todo lo que hace no está dirigido por su Espíritu.
Cuando dejamos de mirar a Cristo y miramos atrás, aunque solo sea un momento, sale a la superficie lo malo que hay dentro de nosotros, nuestra naturaleza pecaminosa. Aunque el humanismo nos haya querido hacer creer que en nosotros se encuentra la capacidad de llevar a cabo nobles tareas, y que podemos amar porque somos dueños de nuestras emociones, lo cierto es que no es así.
¿Te parece que las acciones de esta abuela fueron motivadas por un odio hacia ese niño indefenso o que fueron consecuencia de hallarse lejos de Dios? ¿No será más bien que esa lejanía del Dios de amor es la que nos impide realizar acciones nobles, la que impide que sean transformados los impulsos del corazón? La mano del padre que se levanta para golpear a su hijo o la madre que no cumple sus responsabilidades, no son más que una muestra de lo que hace todo ser humano separado de Dios.
No te separes de Jesús. Él es el único que puede darte fuerzas para enfrentar las adversidades de la vida y controlar los impulsos de tu corazón.
El amor es la sabia que corre por un árbol que da verdaderos frutos.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
La noticia era tan escalofriante que costaba asimilarla: una abuela había encerrado a su nieto en el baño, lo había rociado con alcohol y le había prendido fuego, cerrando la puerta para que no pudiera escapar. ¿Qué pudo impulsar a aquella mujer a realizar un acto tan horrendo? Su hijo se había separado y la madre del niño, temiendo por la seguridad del pequeño, había obtenido una orden de alejamiento para la familia paterna. La abuela, buscando venganza, acabó con la vida del que era también hijo de su hijo, y su propio nieto.
Historias como esta nos hacen temblar. Dios creó al ser humano para que manifestara amor, un amor que no hiciera mal al prójimo, un amor que revelara el cumplimiento de su ley en la humanidad. ¿Por qué, entonces, escuchamos noticias de tan enorme crueldad? Porque el ser humano se ha alejado de Dios, por tanto todo lo que hace no está dirigido por su Espíritu.
Cuando dejamos de mirar a Cristo y miramos atrás, aunque solo sea un momento, sale a la superficie lo malo que hay dentro de nosotros, nuestra naturaleza pecaminosa. Aunque el humanismo nos haya querido hacer creer que en nosotros se encuentra la capacidad de llevar a cabo nobles tareas, y que podemos amar porque somos dueños de nuestras emociones, lo cierto es que no es así.
¿Te parece que las acciones de esta abuela fueron motivadas por un odio hacia ese niño indefenso o que fueron consecuencia de hallarse lejos de Dios? ¿No será más bien que esa lejanía del Dios de amor es la que nos impide realizar acciones nobles, la que impide que sean transformados los impulsos del corazón? La mano del padre que se levanta para golpear a su hijo o la madre que no cumple sus responsabilidades, no son más que una muestra de lo que hace todo ser humano separado de Dios.
No te separes de Jesús. Él es el único que puede darte fuerzas para enfrentar las adversidades de la vida y controlar los impulsos de tu corazón.
El amor es la sabia que corre por un árbol que da verdaderos frutos.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
No hay comentarios:
Publicar un comentario