jueves, 3 de febrero de 2011

SIN MENTIRAS

Dos cosas te he demandado; no me las niegues antes que muera: Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí. Proverbios 30:7,8.

Eric y Gastón habían sido amigos desde muy pequeños. Ahora, a los veinte años de edad, los unían varios sueños, las salidas los sábados de noche, trabajos afines y una misma pasión: el fútbol. Ambos eran fanáticos de un club, y como socios del mismo habían comprado dos butacas para mirar los partidos uno al lado del otro. Por muchos años, todos los domingos, habían asistido a las canchas a vitorear a su equipo favorito, y después del juego, solían ir a tomar alguna bebida para comentar y relatar su versión de lo vivido.
Un sábado de noche Eric invitó a Gastón a salir, pero Gastón se fingió enfermo y se negó. Eric decidió salir con otro grupo de amigos y cuál no fue su sorpresa al ver que Gastón también había salido, pero con otro amigo. Eric, que no soportaba la mentira y la hipocresía, decidió terminar con la amistad y nunca más volvió a hablarle al que había sido un amigo de años. Gastón comprendió su error e intentó disculparse y restaurar la relación, pero Eric no quiso olvidar y mucho menos perdonar.
Cuando escuché esto de labios del hijo de uno de los dos ex amigos, no pude menos que advertir el valor de la sinceridad entre los amigos. La amistad genuina no puede incluir el engaño y la hipocresía. Entre los desengaños y las cosas tristes que nos tocan vivir, la mentira de un amigo se encuentra entre las más dolorosas. Se sufre una gran decepción, y no todos tienen la virtud de hacer de cuenta que "no pasó nada" y volver a empezar. Por eso, lo mejor es ir con la verdad a todas partes, especialmente con los amigos.
Agur, un hombre que se creía sin entendimiento ni sabiduría (Proverbios 30:1-3) comprendía la importancia de la verdad. Él le suplicó a Dios en su oración: "Dos cosas te he demandado; no me las niegues antes que muera: Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí". Su gran deseo era erradicar la mentira de sus labios. Agur también sabía la imposibilidad humana para vencer cualquier pecado. Conocía que solo Dios puede impartir el poder transformador que elimina la mentira e implanta el hábito de hablar y vivir la verdad, por eso recurrió a la fuente del Todopoderoso para encontrar la solución.
Hoy, nuestro buen Padre celestial también puede ayudarnos a vivir con la verdad en nuestras relaciones amistosas.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

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