jueves, 28 de abril de 2011

LOS FRUTOS DEL CRECIMIENTO

Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Gálatas 5:22, 23.

Hay ciertas evidencias de nuestro crecimiento en la vida. Si ves a un ni-nito que apenas está dando sus primeros pasos, pensaras que tiene alrededor de un año de vida. Si ves a otro que balbucea sus primeras letras al intentar leer, podrás estimar que tiene entre seis y siete años. A aquel que le da vergüenza cuando le dicen que esta de "novio", es posible que tenga entre nueve y diez años.
Estas "tareas" muestran que etapa de la vida se está viviendo, y cada una de ellas produce "frutos" diferentes. Quien aumenta en edad y no avanza, se lo llama "inmaduro", mientras que quien avanza más rápido de lo "normal" a su edad, se lo tilda de "adelantado".
En la vida espiritual ocurre algo similar. El apóstol Pablo enumero nueve virtudes o "frutos" asociados con la madurez espiritual de una persona. En este aspecto, su propósito no fue que juzgáramos a nuestro prójimo para decidir en qué nivel se encuentra su crecimiento espiritual, sino que el deseo del gran apóstol fue que cada cristiano se evalúe personalmente y aspire a poseer todos los frutos del Espíritu.
El primero de ellos es el amor, y ese amor debe ser manifestado no solo hacia quienes te quieren, sino también hacia los que te ofendieron y te hicieron mal. El segundo nombrado es el gozo, y se refiere al gozo de vivir cada día con Jesús, al gozo que produce su voluntad en el corazón santificado. El otro es la paz: la tranquilidad y serenidad que proviene de una buena relación con Dios y con el prójimo. A continuación se nombra la paciencia, la capacidad de esperar aquello que vale la pena. El quinto fruto es la benignidad o amabilidad, y es la característica de hacer sentir cómodos a los que nos rodean. El siguiente es la bondad, y este fruto es saber compartir y dar cariño y atención a quien lo necesita. El séptimo fruto es la fe: la confianza en Dios y en su Palabra. También se enumera la mansedumbre o humildad, y esta virtud te permite permanecer con un perfil bajo aunque tengas el mayor éxito. Finalmente se enumera la templanza o dominio propio, la capacidad de no dejarse dominar por las circunstancias.
Si haces un análisis en tu vida y te comparas con esta lista, ¿sientes que te falta crecer? No te preocupes, recuerda que el Dador de los frutos desea concedértelos en la medida que tú se los pidas.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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