Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibió con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. Santiago 1:21.
Ese lunes parecía todo normal. Llegue al aula, me dispuse a dar la materia de "Historia Sagrada", y a la mitad de la hora llego Ana, una joven de apenas quince años. Chocó con algunos compañeros en sus bancos, y despues de mirar a todo el mundo, lanzo una terrible carcajada. Al notar que su actitud podía causar problemas en la clase, le pedí que se retirara. La acompañe y le pregunte que le estaba ocurriendo. Como si tuviera la boca anestesiada, me respondió: "Puedo entrar a su oficina y le cuento".
La deje en mi oficina y regrese al aula para terminar la clase, y cuando termino la hora fui a verla. Allí estaba Ana, sentada en una silla pero recostada sobre mi escritorio. La sacudí con cuidado para ver que le pasaba, ya que sospechaba que estaba enferma y necesitaba atención medica, pero me rogo que no llamara a nadie, especialmente a su familia.
"Ayer salí a bailar con una prima —comenzó su dialogo— y tomamos de todo. Cuando se nos terminó el vino, comenzamos a fumar marihuana. Estábamos bailando con unos chicos que no conocía, pero estaba feliz, como en familia". Luego de hacer una pausa agrego: "Ahora me siento muy mal, tengo toda la resaca de lo que me fume anoche. Me duele mucho la cabeza y no sé cómo llegue al colegio". Después de eso, comenzó a llorar a gritos sin tener alguna razón aparente.
Aunque de esto ya pasaron muchos años, todavía recuerdo la escena y siento tristeza por esa adolescente que quería "divertirse". Aunque su ropa tenía un olor nauseabundo, ella no advertía lo penoso de su aspecto, y más lastima me dio saber que ni siquiera recordaba como había terminado "su noche".
¿Eso es diversión? ¿Eso es "pasarla bien"? Cuando el efecto de "la diversión" pasa, toda esa euforia y sensación especial se evapora, y queda un residuo toxico en el cuerpo que deprime y rebaja al drogadicto. Es tanto él esfuerzo que debe hacer el organismo para reponerse, que solo quienes no se quieren a sí mismos pueden consumir drogas.
Dios nunca planeo eso para la juventud, porque toda esa "diversión" que arruina la fortaleza física y espiritual es un engaño de su enemigo. El apóstol Santiago te anima a que en el nombre de Jesús deseches "toda inmundicia y abundancia de malicia" y vivas de un modo que agrade a tu Creador y beneficie tu salud.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel
Ese lunes parecía todo normal. Llegue al aula, me dispuse a dar la materia de "Historia Sagrada", y a la mitad de la hora llego Ana, una joven de apenas quince años. Chocó con algunos compañeros en sus bancos, y despues de mirar a todo el mundo, lanzo una terrible carcajada. Al notar que su actitud podía causar problemas en la clase, le pedí que se retirara. La acompañe y le pregunte que le estaba ocurriendo. Como si tuviera la boca anestesiada, me respondió: "Puedo entrar a su oficina y le cuento".
La deje en mi oficina y regrese al aula para terminar la clase, y cuando termino la hora fui a verla. Allí estaba Ana, sentada en una silla pero recostada sobre mi escritorio. La sacudí con cuidado para ver que le pasaba, ya que sospechaba que estaba enferma y necesitaba atención medica, pero me rogo que no llamara a nadie, especialmente a su familia.
"Ayer salí a bailar con una prima —comenzó su dialogo— y tomamos de todo. Cuando se nos terminó el vino, comenzamos a fumar marihuana. Estábamos bailando con unos chicos que no conocía, pero estaba feliz, como en familia". Luego de hacer una pausa agrego: "Ahora me siento muy mal, tengo toda la resaca de lo que me fume anoche. Me duele mucho la cabeza y no sé cómo llegue al colegio". Después de eso, comenzó a llorar a gritos sin tener alguna razón aparente.
Aunque de esto ya pasaron muchos años, todavía recuerdo la escena y siento tristeza por esa adolescente que quería "divertirse". Aunque su ropa tenía un olor nauseabundo, ella no advertía lo penoso de su aspecto, y más lastima me dio saber que ni siquiera recordaba como había terminado "su noche".
¿Eso es diversión? ¿Eso es "pasarla bien"? Cuando el efecto de "la diversión" pasa, toda esa euforia y sensación especial se evapora, y queda un residuo toxico en el cuerpo que deprime y rebaja al drogadicto. Es tanto él esfuerzo que debe hacer el organismo para reponerse, que solo quienes no se quieren a sí mismos pueden consumir drogas.
Dios nunca planeo eso para la juventud, porque toda esa "diversión" que arruina la fortaleza física y espiritual es un engaño de su enemigo. El apóstol Santiago te anima a que en el nombre de Jesús deseches "toda inmundicia y abundancia de malicia" y vivas de un modo que agrade a tu Creador y beneficie tu salud.
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