El hace habitar en familia a la estéril que se goza en ser madre de hijos. (Salmo 113:9).
En muchas partes del mundo se celebra un día especial en el que se rinde un merecido homenaje a las madres que, durante los 365 días del año, están presentes en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, en la alegría y en la tristeza, en la prosperidad así como en la adversidad.
Cuando Dios quiso explicar su amor por el ser humano, lo comparó con el amor de una madre por sus hijos y, por si no bastaba con eso, añadió: « ¿Se olvidara la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo dc su vientre? ¿Aunque ella lo olvide, yo nunca me olvidare de ti!» (Isa. 49: 15). Creo que logramos comprender mejor el amor de Dios cuando llegamos a ser padres.
Por lo general, el amor humano se ha visto manchado por el egoísmo. Nuestra máxima parece ser «te amo, mientras tú me ames», «soy tu amigo, mientras no te conviertas en mi enemigo». Incluso existe un proverbio popular que reza: «Trata a tu amigo como si alguna vez llegara a ser tu enemigo y a tu enemigo como si llegara a ser tu amigo». Ciertamente el amor humano está sujeto a circunstancias y condiciones. Sin embargo, el amor divino es inalterable, invencible e insuperable. No importa si tratamos a Dios como un enemigo, si lo traicionamos o lo negamos, su amor es eterno. Una madre puede tener un hijo con algún impedimento físico, con alguna anomalía congénita, pero siempre será su hijo. Puede o no haber cumplido sus expectativas, puede causarle sufrimientos o alegrías, pero nunca dejara de ser su madre.
Si tienes el privilegio de ser madre, te pareces mucho a Dios. Tu amor es un reflejo del verdadero amor que el depositó en la raza humana. Tú eres la encargada de reflejar ante tus hijos el verdadero amor, la bondad, la ternura, el perdón y el respeto. Nunca dejes que tus hijos tengan un concepto erróneo de Dios por tu trato con ellos.
La palabra «amor» se deletrea así: M-a-d-r-e.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
En muchas partes del mundo se celebra un día especial en el que se rinde un merecido homenaje a las madres que, durante los 365 días del año, están presentes en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, en la alegría y en la tristeza, en la prosperidad así como en la adversidad.
Cuando Dios quiso explicar su amor por el ser humano, lo comparó con el amor de una madre por sus hijos y, por si no bastaba con eso, añadió: « ¿Se olvidara la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo dc su vientre? ¿Aunque ella lo olvide, yo nunca me olvidare de ti!» (Isa. 49: 15). Creo que logramos comprender mejor el amor de Dios cuando llegamos a ser padres.
Por lo general, el amor humano se ha visto manchado por el egoísmo. Nuestra máxima parece ser «te amo, mientras tú me ames», «soy tu amigo, mientras no te conviertas en mi enemigo». Incluso existe un proverbio popular que reza: «Trata a tu amigo como si alguna vez llegara a ser tu enemigo y a tu enemigo como si llegara a ser tu amigo». Ciertamente el amor humano está sujeto a circunstancias y condiciones. Sin embargo, el amor divino es inalterable, invencible e insuperable. No importa si tratamos a Dios como un enemigo, si lo traicionamos o lo negamos, su amor es eterno. Una madre puede tener un hijo con algún impedimento físico, con alguna anomalía congénita, pero siempre será su hijo. Puede o no haber cumplido sus expectativas, puede causarle sufrimientos o alegrías, pero nunca dejara de ser su madre.
Si tienes el privilegio de ser madre, te pareces mucho a Dios. Tu amor es un reflejo del verdadero amor que el depositó en la raza humana. Tú eres la encargada de reflejar ante tus hijos el verdadero amor, la bondad, la ternura, el perdón y el respeto. Nunca dejes que tus hijos tengan un concepto erróneo de Dios por tu trato con ellos.
La palabra «amor» se deletrea así: M-a-d-r-e.
Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera
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