sábado, 18 de junio de 2011

PROPÓSITO DEL DOLOR

Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Juan 15:2.

El versículo de hoy muestra el lugar de las pruebas en la vida del cristiano. El ser humano no fue creado para sufrir. El dolor es una experiencia intrusa en la vida del hombre, y vino después de la entrada del pecado en el mundo. El dolor nace en la mente del enemigo; pero Dios, en su infinito amor, lo toma y lo transforma en un instrumento de crecimiento y de purificación, para el ser humano. Eso es lo que dice Juan 15:2: "y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto".
El verbo "limpiar", en griego, es kathairo, e involucra la idea de purificación a través del sufrimiento. El verbo más adecuado sería "purgar". ¿Tomaste purgante alguna vez? Es horrible; pero, más horrible son los efectos colaterales, el dolor de estómago, la incomodidad, el malestar. Pero, a pesar de eso, aceptas el purgante porque sabes que te estás limpiando de las impurezas.
Jesús hace lo mismo con nosotros, al permitir que el dolor llegue a nuestras vidas. Él desea que crezcamos, que seamos limpios. ¿Para qué? Para que llevemos más fruto. Es en el dolor que se aprende a depender de Dios; es a través de las lágrimas que, muchas veces, encontramos lo que habíamos perdido hace ya mucho tiempo: la maravillosa experiencia de comunión con Cristo.
Conozco más de una persona en cuya vida el dolor fue redentor. Mientras las cosas iban bien, cayeron en la monotonía de la vida y dejaron a Jesús en un segundo plano. Perdieron el primer amor; se volvieron miembros de un club religioso y nada más. Pero de repente, el cielo azul de esas personas se cubrió de nubes cargadas de tormenta. De un momento a otro empezó la tempestad, y la embarcación parecía zozobrar.
En ese momento, sin saber adónde ir, se acordaron de Jesús y volvieron los ojos hacia él, en busca de ayuda. A partir de ese momento, la vida cristiana de esas personas se volvió una vida exuberante y llena de frutos, para la gloria de Dios.
Por eso, si hoy no hay sol en tu horizonte, recuerda que "todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto".

Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón

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