sábado, 2 de julio de 2011

APRENDER DE LOS ERRORES

Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. 1 Corintios 6:20.

Cuando cometes un error, ¿aprendes de él, o continúas equivocándote muchas veces en lo mismo? Por lo general, los seres humanos aprendemos de nuestras equivocaciones y procuramos hacer las cosas de manera diferente a fin de no continuar cometiendo los mismos errores. Pero algunos, aunque es triste decirlo, parece que no aprenden de los errores propios ni de los ajenos.
El caso de Leopoldo te puede ayudar. Lo conocí cuando yo trabajaba como enfermero voluntario en un hospital de una gran ciudad, y rápidamente le tomé cariño porque lo veía muy solo. Los sábados, el único día que acudía al hospital, noté que nadie lo visitaba ni le hacía compañía. Estaba internado por segunda vez, y en esta ocasión le habían amputado la segunda pierna, porque el tabaco había dañado las arterias y venas de sus extremidades. Cierta vez vi que una enfermera trataba a Leopoldo de manera despectiva y poco amistosa, y le pregunté por qué lo hacía, pues todos estábamos allí para servir a los enfermos. Ella me contestó: "¿Hablas de Leopoldo? No te fíes de las apariencias. Ese hombre al que visitas cada sábado es un estorbo para la sociedad. Cuando le cortaron la primera pierna, todos supusimos que iba a abandonar el tabaco, pero aún ahora, sin las dos piernas, sigue fumando. Yo no puedo sentir compasión por alguien así".
Tristemente, a pesar de las terribles consecuencias que este vicio malsano le había acarreado, Leopoldo no había aprendido de sus errores. Los seguía cometiendo, y esto despertaba indignación en esa enfermera, aunque su actitud no se justifica en un cristiano.
Aprender de los errores, propios y ajenos, es una virtud, y el Padre celestial desea que cada ser humano aprenda lo necesario para cuidar la salud que posee. Aunque en la actualidad está muy comprobado que el cigarrillo perjudica seriamente la salud de las vías respiratorias y del aparato circulatorio, cada día millones de adolescentes y jóvenes se inician en este terrible vicio que tarde o temprano afectará su salud.
Pablo, el gran consejero de la iglesia cristiana primitiva, dijo: "Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu". Pero, ¿puede alguien que daña su cuerpo glorificar a Dios? Por supuesto que no.
Al comenzar este día no dejes de darle las gracias a Dios por la salud que te brinda, y glorifica con todo tu ser al Creador de la vida.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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