Si fuéremos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo. 2 Timoteo 2:13.
Giovanni no entiende la incoherencia de su loco corazón. Ama a la esposa; ella es lo cotidiano, lo estable, lo seguro. Pero, él necesita de la aventura, lo desconocido, lo pasajero; busca una mujer que lo haga sufrir. ¡Triste realidad! Se ha cansado del amor de la esposa, y ansia el dolor, la indiferencia y la culpa.
La infidelidad está entretejida en las propias células de Giovanni; es su naturaleza. "El pecado que habita en mí", diría San Pablo.
Lo peor de la infidelidad no es las terribles consecuencias sociales y personales, sino la incapacidad que genera para creer en las promesas divinas: el infiel cree que Dios también es infiel. Cada vez que piensa en el amor divino, lo hace desde su perspectiva humana de amar.
El amor humano, por más sincero y bonito que parezca, está manchado de egoísmo: ama cuando le conviene, esperando algún beneficio como retorno.
Con Dios, las cosas son diferentes: él ama por el simple hecho de amar. A pesar de lo que el ser humano haga o deje de hacer; simplemente, ama. Su naturaleza es el amor.
El ser humano necesita sentirse amado por Dios, para mirar adelante y vivir la vida victoriosa. Pero, cada vez que piensa en la fidelidad de Dios, mira su propia infidelidad y desespera.
La pregunta que lo desorienta y lo deja confundido es: ¿cómo puede Dios cumplir su promesa, si yo no puedo cumplir la mía?
La respuesta es sencilla: ¡Dios es Dios! Es eterno, y todo lo suyo es, también, eterno. Podrán pasar los años y los siglos; las edades vendrán una detrás de la otra, pero la fidelidad y el amor divinos durarán para siempre. Si dejase de amar, se negaría a sí mismo, menciona el versículo de hoy.
Por eso, hoy, encara los desafíos de la vida sin temor. El amor echa fuera el temor; el amor limpia el pasado, redime y transforma. El amor nunca acaba, a pesar de las incoherencias del corazón humano; a despecho de las locuras de la juventud o de los desvaríos de la adultez. El amor seguirá siendo amor por los siglos de los siglos. Dios es la esencia del amor.
Empieza este día recordando que "si fuéremos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo".
Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón
Giovanni no entiende la incoherencia de su loco corazón. Ama a la esposa; ella es lo cotidiano, lo estable, lo seguro. Pero, él necesita de la aventura, lo desconocido, lo pasajero; busca una mujer que lo haga sufrir. ¡Triste realidad! Se ha cansado del amor de la esposa, y ansia el dolor, la indiferencia y la culpa.
La infidelidad está entretejida en las propias células de Giovanni; es su naturaleza. "El pecado que habita en mí", diría San Pablo.
Lo peor de la infidelidad no es las terribles consecuencias sociales y personales, sino la incapacidad que genera para creer en las promesas divinas: el infiel cree que Dios también es infiel. Cada vez que piensa en el amor divino, lo hace desde su perspectiva humana de amar.
El amor humano, por más sincero y bonito que parezca, está manchado de egoísmo: ama cuando le conviene, esperando algún beneficio como retorno.
Con Dios, las cosas son diferentes: él ama por el simple hecho de amar. A pesar de lo que el ser humano haga o deje de hacer; simplemente, ama. Su naturaleza es el amor.
El ser humano necesita sentirse amado por Dios, para mirar adelante y vivir la vida victoriosa. Pero, cada vez que piensa en la fidelidad de Dios, mira su propia infidelidad y desespera.
La pregunta que lo desorienta y lo deja confundido es: ¿cómo puede Dios cumplir su promesa, si yo no puedo cumplir la mía?
La respuesta es sencilla: ¡Dios es Dios! Es eterno, y todo lo suyo es, también, eterno. Podrán pasar los años y los siglos; las edades vendrán una detrás de la otra, pero la fidelidad y el amor divinos durarán para siempre. Si dejase de amar, se negaría a sí mismo, menciona el versículo de hoy.
Por eso, hoy, encara los desafíos de la vida sin temor. El amor echa fuera el temor; el amor limpia el pasado, redime y transforma. El amor nunca acaba, a pesar de las incoherencias del corazón humano; a despecho de las locuras de la juventud o de los desvaríos de la adultez. El amor seguirá siendo amor por los siglos de los siglos. Dios es la esencia del amor.
Empieza este día recordando que "si fuéremos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo".
Tomado de meditaciones matinales para adultos
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Por Alejandro Bullón
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