jueves, 11 de agosto de 2011

EL PLACER DE ENSEÑAR

Porque Esdras había preparado su corazón para estudiar la ley de Jehová para cumpliría, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos. (Esdras 7:10).

Cuando era pequeña mi mamá me contaba una anécdota sobre Elena G. de "White. Un día, mientras Elena enseñaba a tejer a una de sus nietas, esta, no teniendo deseos de aprender, replicó: «Abuela, tejer es para las ancianas como tú». Elena respondió: «¿Y cuándo crees que las ancianas como yo aprendimos a tejer? Pues cuando erarnos niñas como tú».
Ese consejo fue seguido por mi madre al pie de la letra. Ella se esmeró en que yo aprendiera muchas cosas durante mis primeros años de vida. Ahora le doy gracias por haberme hecho tan enorme favor.
El versículo de hoy nos presenta una escalera cuyos peldaños conducen a una vocación privilegiada: la enseñanza. Subamos uno a uno los peldaños que subió Esdras:
  1. Concentró su mente en lo que. Dios quería enseñarle. Se dedicó a inquirir la Palabra de Dios, indagó, escudriñó y escuchó. Todos estos verbos indican una actitud esforzada y alejada de la pasividad. El corazón de Esdras estaba abierto a la búsqueda de la verdad y al estudio profundo de la ley de Dios.
  2. Cumplió lo que Dios le había enseñado. El conocimiento de este profeta no se quedó en la comprensión teológica de la verdad, sino que pasó a la práctica: la obediencia.
  3. Compartió lo que había aprendido. Como resultado de los conocimientos adquiridos y respaldado por una vida consecuente con esos principios, se involucró en la misión sagrada de enseñar.
El pueblo de Israel se benefició porque Esdras subió los peldaños de la verdadera enseñanza. Como dijo el lamoso filósofo y pedagogo cubano José de la Luz y Caballero: «Instruir puede cualquiera. Educar, solo quien sea un evangelio vivo». Este hombre, que modernizó la enseñanza en Hispanoamérica, señaló la importancia de los valores religiosos.
Hoy te invito a que emplees tu tiempo en enseñar a los que te rodean valores humanos puros y nobles. Respáldalos con una vida igualmente elevada y entonces, como Esdras, habrás subido la escalera de la enseñanza, actividad enormemente apreciada por Dios.
Enseñar es alimentar el alma hambrienta.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

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