Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios. Hechos 4:31.
Después de la resurrección de Jesús y su posterior ascensión al cielo, los apóstoles y creyentes recordaron cada una de las promesas recibidas de labios de su Maestro. La tarea que se les había encomendado era tremenda: compartir el evangelio del reino con todos los habitantes de la tierra; y como sentían su incapacidad para realizarla, se aferraron a las palabras de Jesús para obtener el socorro buscado. Una de esas promesas decía: "Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos" (Mat. 18:19). Y con temblor y reverencia decidieron aplicar a su vida las palabras de Cristo.
Dios el Padre escuchó la oración de sus hijos fieles, y "cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios". Todo ese grupo de creyentes había hecho un pedido en común: predicar la Palabra con valor y confianza (Hech. 4:29, 30). Y el Rey de los cielos concedió el pedido con una manifestación poderosa del Espíritu Santo.
¿Puede contestar Dios las oraciones en estos tiempos como lo hizo con la iglesia primitiva? ¿Sigue vigente la promesa de Jesús de que si dos fieles se ponen de acuerdo y oran, el Padre les dará lo que piden?
Permíteme contarte una experiencia que viví en el primer distrito pastoral que me tocó administrar. Hacía algo más de treinta años una viuda anciana había donado a la iglesia una propiedad ubicada en una zona céntrica de la ciudad, cerca de la iglesia adventista del lugar. Algunos pastores habían intentado vender esa propiedad para comprar un terreno que estuviera más alejado del templo central, porque querían construir una segunda iglesia. Pero se habían presentado algunos obstáculos y no habían podido hacerlo. Conociendo el antecedente, en un culto les presenté a los hermanos el desafío de esa venta y los invité a que juntos buscáramos a Dios en oración. Con ese objetivo en común, la iglesia oró fervientemente para recibir una respuesta, y el Señor respondió. A los tres meses apareció un comprador con la cantidad de dinero requerida; y lo que antes nos había parecido imposible, por la voluntad divina se hizo realidad.
Únete en oración con tu familia, tus compañeros de estudio y tu iglesia, porque la promesa que Jesús nos dejó sigue siendo válida.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel
Después de la resurrección de Jesús y su posterior ascensión al cielo, los apóstoles y creyentes recordaron cada una de las promesas recibidas de labios de su Maestro. La tarea que se les había encomendado era tremenda: compartir el evangelio del reino con todos los habitantes de la tierra; y como sentían su incapacidad para realizarla, se aferraron a las palabras de Jesús para obtener el socorro buscado. Una de esas promesas decía: "Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos" (Mat. 18:19). Y con temblor y reverencia decidieron aplicar a su vida las palabras de Cristo.
Dios el Padre escuchó la oración de sus hijos fieles, y "cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios". Todo ese grupo de creyentes había hecho un pedido en común: predicar la Palabra con valor y confianza (Hech. 4:29, 30). Y el Rey de los cielos concedió el pedido con una manifestación poderosa del Espíritu Santo.
¿Puede contestar Dios las oraciones en estos tiempos como lo hizo con la iglesia primitiva? ¿Sigue vigente la promesa de Jesús de que si dos fieles se ponen de acuerdo y oran, el Padre les dará lo que piden?
Permíteme contarte una experiencia que viví en el primer distrito pastoral que me tocó administrar. Hacía algo más de treinta años una viuda anciana había donado a la iglesia una propiedad ubicada en una zona céntrica de la ciudad, cerca de la iglesia adventista del lugar. Algunos pastores habían intentado vender esa propiedad para comprar un terreno que estuviera más alejado del templo central, porque querían construir una segunda iglesia. Pero se habían presentado algunos obstáculos y no habían podido hacerlo. Conociendo el antecedente, en un culto les presenté a los hermanos el desafío de esa venta y los invité a que juntos buscáramos a Dios en oración. Con ese objetivo en común, la iglesia oró fervientemente para recibir una respuesta, y el Señor respondió. A los tres meses apareció un comprador con la cantidad de dinero requerida; y lo que antes nos había parecido imposible, por la voluntad divina se hizo realidad.
Únete en oración con tu familia, tus compañeros de estudio y tu iglesia, porque la promesa que Jesús nos dejó sigue siendo válida.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
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