Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. Marcos 11:24.
Vivimos en un tiempo de descreimiento total. No creemos en las personas ni en su palabra, no creemos en los gobiernos ni en las religiones. Y tristemente, tampoco creemos en Dios. La incredulidad y el escepticismo han impregnado todo el mundo civilizado; y vivimos presos de nuestra desconfianza. Jesús, refiriéndose a la condición del mundo antes de su regreso, preguntó: "Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?" (Lúe. 18:8).
Y aunque vivimos en un mundo lleno de desconfianza, necesitamos la confianza y la fe para vivir. Piensa un momento. Cuando te subes a un taxi, ¿le pides el carné de conducir al taxista? Estoy seguro que no lo haces, porque confías plenamente que el conductor es un hombre capacitado para ese trabajo. Igualmente ocurre con la corriente eléctrica. Todos creemos que en un medio conductor, cada átomo está "entregando" un electrón al próximo átomo, y de este modo se produce una corriente de electrones. Pero, ¿crees que alguien vio salir alguna vez un electrón de un átomo para depositarse en el siguiente? Simplemente creemos en la corriente eléctrica, porque sus efectos son palpables: cuando no hay corriente de electrones, no funciona la computadora ni el refrigerador ni el equipo de música.
Desde la entrada del pecado, el hombre debió ejercer fe para creer en una existencia superior. Al mirar las estrellas y la vastedad celeste, al ver la hermosura de la naturaleza, al notar la precisión del ojo humano, surge en el espíritu la convicción de que un Arquitecto diseñó todo. Y esto es fe. Creemos en un Ser superior, no porque lo hayamos visto, sino porque hay evidencias que lo confirman.
La fe es esencial para agradar a Dios (Heb. 11:6), y un requisito importantísimo para que nuestras oraciones tengan poder. Jesús lo repitió en numerosas ocasiones a lo largo de su ministerio: "Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá". En otras palabras, no dejes lugar a la duda, no te permitas desconfiar de un Padre de amor que desea lo mejor para ti. Cree, confía, ten la convicción de que Dios obrará, y tus plegarias serán escuchadas.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel
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