Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad. Salmo 84:10.
Desde hacía varios días Laura no era la misma en el aula. Su comportamiento había cambiado y ella misma parecía distinta. Cuando la invité a mi oficina a conversar, le pregunté: "¿Laura, qué te está pasando?"
Con algo de enojo en su rostro me contestó: "Capellán, estoy cansada de que en mi casa me digan lo que tengo que hacer." Procuré calmarla, ya que la observaba bastante alterada, y luego continuó. "Ya no quiero ir más a la iglesia, ya no quiero levantarme los sábados y tener que asistir a un lugar donde me aburro. Pero mis padres me obligan a ir como si fuera una niña. El sábado pasado les armé un escándalo porque yo quería quedarme en casa, pero ellos me obligaron. ¿A usted le parece que a Dios le gusta que yo vaya obligada?"
Con el paso del tiempo he visto casos similares a los que vivió Laura, donde los padres desean algo que sus hijos rechazan. ¿Por qué ocurre este tipo de diferencias entre padres e hijos?
Es normal que si un padre siente las bendiciones divinas en la asistencia a la iglesia, procure que toda su familia también las reciba. Cada hogar tiene sus códigos y sus reglas, y en cada uno de ellos hay acuerdos entre padres e hijos para hacer más fácil la convivencia. Pero, más allá de cualquier arreglo que exista, cada hijo debe recordar que está viviendo en la casa de sus padres. Por mandato divino, son los padres los responsables de dirigir el hogar, aunque a veces estén equivocados y otras veces no nos guste.
Como la gran mayoría de los padres desea lo mejor para sus hijos, es lógico que pretendan, si son cristianos, que sus hijos sigan el mismo camino. Es verdad que Dios no desea que asistan a su casa de oración por obligación, pero aunque Laura lo ignoraba, sus padres sufrían al ver a una hija que a medida que crecía se apartaba de Dios y de su iglesia.
Solo el Espíritu Santo puede transformar el corazón y dar placer a quienes llegan al templo. El salmista no deliró cuando dijo: "Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos". Escribió esa alabanza porque realmente lo sentía. Si tú estás yendo a la iglesia por costumbre, por tus amigos, porque te obligan o por cualquier otro motivo que ignora a Dios, pídele en oración que su Espíritu Santo transforme tus gustos y deseos. Verás qué hermoso es el milagro de asistir a la iglesia por voluntad propia.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel
Desde hacía varios días Laura no era la misma en el aula. Su comportamiento había cambiado y ella misma parecía distinta. Cuando la invité a mi oficina a conversar, le pregunté: "¿Laura, qué te está pasando?"
Con algo de enojo en su rostro me contestó: "Capellán, estoy cansada de que en mi casa me digan lo que tengo que hacer." Procuré calmarla, ya que la observaba bastante alterada, y luego continuó. "Ya no quiero ir más a la iglesia, ya no quiero levantarme los sábados y tener que asistir a un lugar donde me aburro. Pero mis padres me obligan a ir como si fuera una niña. El sábado pasado les armé un escándalo porque yo quería quedarme en casa, pero ellos me obligaron. ¿A usted le parece que a Dios le gusta que yo vaya obligada?"
Con el paso del tiempo he visto casos similares a los que vivió Laura, donde los padres desean algo que sus hijos rechazan. ¿Por qué ocurre este tipo de diferencias entre padres e hijos?
Es normal que si un padre siente las bendiciones divinas en la asistencia a la iglesia, procure que toda su familia también las reciba. Cada hogar tiene sus códigos y sus reglas, y en cada uno de ellos hay acuerdos entre padres e hijos para hacer más fácil la convivencia. Pero, más allá de cualquier arreglo que exista, cada hijo debe recordar que está viviendo en la casa de sus padres. Por mandato divino, son los padres los responsables de dirigir el hogar, aunque a veces estén equivocados y otras veces no nos guste.
Como la gran mayoría de los padres desea lo mejor para sus hijos, es lógico que pretendan, si son cristianos, que sus hijos sigan el mismo camino. Es verdad que Dios no desea que asistan a su casa de oración por obligación, pero aunque Laura lo ignoraba, sus padres sufrían al ver a una hija que a medida que crecía se apartaba de Dios y de su iglesia.
Solo el Espíritu Santo puede transformar el corazón y dar placer a quienes llegan al templo. El salmista no deliró cuando dijo: "Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos". Escribió esa alabanza porque realmente lo sentía. Si tú estás yendo a la iglesia por costumbre, por tus amigos, porque te obligan o por cualquier otro motivo que ignora a Dios, pídele en oración que su Espíritu Santo transforme tus gustos y deseos. Verás qué hermoso es el milagro de asistir a la iglesia por voluntad propia.
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