No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. Mateo 7:1, 2.
Si en la iglesia hay personas que cometen pecados a sabiendas, ¿por qué tengo que asistir a esa iglesia?" "¿Es necesario ir a la iglesia, cuando se conoce que hay gente hipócrita?" Escuchaba a menudo preguntas como estas de labios de los alumnos del colegio donde me tocó trabajar, y notaba en ellos que de alguna manera estaban buscando una razón para dejar de asistir los sábados al templo.
Tengo que admitir que en cierta medida ellos tenían razón. A la iglesia asisten personas que cometen pecados voluntarios y a sabiendas, personas que tienen una doble personalidad, que sirven a Dios y a su enemigo; personas que pretenden ganar el cielo solo por asistir a un templo, cuando su vida espiritual está muy lejos del modelo divino que Dios dejó en su Palabra. La parábola del trigo y la cizaña dejó en claro que en el mismo campo habrá dos tipos distintos de "plantas". La presencia de cizaña no debe ser la razón para que nosotros dejemos de congregarnos en la iglesia.
Por otro lado, ¿cómo sabemos que otras personas son falsas o hipócritas? ¿Tenemos nosotros el derecho de juzgar el corazón y las intenciones de otros?
En general, a las personas no les gusta que se las juzgue o se las critique, y la Biblia apoya este sentimiento. Los labios de Jesús dijeron: "No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido". Es decir, quienes vamos a la iglesia no tenemos derecho a juzgar a los demás, ya que esa misma medida usará Dios para juzgarnos a nosotros. Además, Santiago agrega otras razones por las cuales no debemos juzgar. "Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley, y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?" (Sant. 4:11, 12).
Por lo tanto, al asistir a la iglesia cada sábado, recuerda esto: No importa quienes vayan o porqué lo hacen, tu asistencia tiene que ser por amor a Jesús y para encontrarte sábado a sábado con él.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel
Si en la iglesia hay personas que cometen pecados a sabiendas, ¿por qué tengo que asistir a esa iglesia?" "¿Es necesario ir a la iglesia, cuando se conoce que hay gente hipócrita?" Escuchaba a menudo preguntas como estas de labios de los alumnos del colegio donde me tocó trabajar, y notaba en ellos que de alguna manera estaban buscando una razón para dejar de asistir los sábados al templo.
Tengo que admitir que en cierta medida ellos tenían razón. A la iglesia asisten personas que cometen pecados voluntarios y a sabiendas, personas que tienen una doble personalidad, que sirven a Dios y a su enemigo; personas que pretenden ganar el cielo solo por asistir a un templo, cuando su vida espiritual está muy lejos del modelo divino que Dios dejó en su Palabra. La parábola del trigo y la cizaña dejó en claro que en el mismo campo habrá dos tipos distintos de "plantas". La presencia de cizaña no debe ser la razón para que nosotros dejemos de congregarnos en la iglesia.
Por otro lado, ¿cómo sabemos que otras personas son falsas o hipócritas? ¿Tenemos nosotros el derecho de juzgar el corazón y las intenciones de otros?
En general, a las personas no les gusta que se las juzgue o se las critique, y la Biblia apoya este sentimiento. Los labios de Jesús dijeron: "No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido". Es decir, quienes vamos a la iglesia no tenemos derecho a juzgar a los demás, ya que esa misma medida usará Dios para juzgarnos a nosotros. Además, Santiago agrega otras razones por las cuales no debemos juzgar. "Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley, y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?" (Sant. 4:11, 12).
Por lo tanto, al asistir a la iglesia cada sábado, recuerda esto: No importa quienes vayan o porqué lo hacen, tu asistencia tiene que ser por amor a Jesús y para encontrarte sábado a sábado con él.
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Por David Brizuel
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