Porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. 1 Corintios 15:52.
No es posible expresar con palabras el dolor y el sentimiento de vacío que se experimenta al despedir a un ser querido fallecido. Solo quienes sufren esa pérdida comprenden la enormidad de este problema que no tiene solución humana.
Durante siglos el hombre aceptó su cruel destino, sin saber con certeza qué había después de la muerte. Muchos han procurado dar una respuesta acerca de lo que ocurre al terminar la vida, pero solo la Biblia declara la verdad sobre la vida y la muerte, y asegura que esos millones de hombres y mujeres que descansan en sus tumbas, algún día escucharán la voz de Jesús que los llama a la vida por medio de la resurrección.
Lázaro fue el protagonista de uno de los milagros más asombrosos de Jesús. Aunque al caer enfermo sus hermanas llamaron al Médico de médicos, el remedio no llegó a tiempo, y Lázaro falleció. Después de cuatro días y en pleno proceso de luto, Jesús llegó a Betania para visitar a esa querida familia. En su encuentro con Marta, ella le reprochó: "Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto", a lo que Jesús respondió: "Tu hermano resucitará" (Juan 11:21, 23). Marta no podía comprender el poder que había en Cristo. Sus ojos, cegados por la incredulidad y el escepticismo, no podían ver más allá de la tumba. Según ella, el Hijo de Dios solo podía devolver la salud, no la vida. Por eso, cuando Jesús ordenó quitar la piedra del sepulcro, ella le dijo: "Señor, hiede ya, porque es de cuatro días" (vers. 39). Marta no creyó plenamente las palabras: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá" (vers. 25), pero con humildad aceptó la reprensión de Jesús.
Jesús, el Hijo de Dios, trajo a la vida a Lázaro. Ese milagro es un anticipo de lo que ocurrirá cuando el Salvador vuelva por segunda vez. Así como Lázaro se encontró nuevamente con sus hermanas, los padres y las madres van a reunirse con sus hijos para siempre. Los amigos que la muerte separó volverán a estar juntos por la eternidad. Los hijos que perdieron a sus padres sin haberlos conocido se abrazarán a ellos, seguros de que nunca más van a separarse.
Jesús, el Salvador del mundo, vendrá por segunda vez para terminar con el pecado y sus consecuencias; y la muerte dejará de existir para siempre.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel
No es posible expresar con palabras el dolor y el sentimiento de vacío que se experimenta al despedir a un ser querido fallecido. Solo quienes sufren esa pérdida comprenden la enormidad de este problema que no tiene solución humana.
Durante siglos el hombre aceptó su cruel destino, sin saber con certeza qué había después de la muerte. Muchos han procurado dar una respuesta acerca de lo que ocurre al terminar la vida, pero solo la Biblia declara la verdad sobre la vida y la muerte, y asegura que esos millones de hombres y mujeres que descansan en sus tumbas, algún día escucharán la voz de Jesús que los llama a la vida por medio de la resurrección.
Lázaro fue el protagonista de uno de los milagros más asombrosos de Jesús. Aunque al caer enfermo sus hermanas llamaron al Médico de médicos, el remedio no llegó a tiempo, y Lázaro falleció. Después de cuatro días y en pleno proceso de luto, Jesús llegó a Betania para visitar a esa querida familia. En su encuentro con Marta, ella le reprochó: "Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto", a lo que Jesús respondió: "Tu hermano resucitará" (Juan 11:21, 23). Marta no podía comprender el poder que había en Cristo. Sus ojos, cegados por la incredulidad y el escepticismo, no podían ver más allá de la tumba. Según ella, el Hijo de Dios solo podía devolver la salud, no la vida. Por eso, cuando Jesús ordenó quitar la piedra del sepulcro, ella le dijo: "Señor, hiede ya, porque es de cuatro días" (vers. 39). Marta no creyó plenamente las palabras: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá" (vers. 25), pero con humildad aceptó la reprensión de Jesús.
Jesús, el Hijo de Dios, trajo a la vida a Lázaro. Ese milagro es un anticipo de lo que ocurrirá cuando el Salvador vuelva por segunda vez. Así como Lázaro se encontró nuevamente con sus hermanas, los padres y las madres van a reunirse con sus hijos para siempre. Los amigos que la muerte separó volverán a estar juntos por la eternidad. Los hijos que perdieron a sus padres sin haberlos conocido se abrazarán a ellos, seguros de que nunca más van a separarse.
Jesús, el Salvador del mundo, vendrá por segunda vez para terminar con el pecado y sus consecuencias; y la muerte dejará de existir para siempre.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
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