Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe. Apocalipsis 2:17.
Siempre me interesó realizar trabajos manuales y de carpintería, y fue así como en una ocasión me propuse arreglar la mesa que sostiene el equipo de música en nuestra casa. Como posee rueditas para ser trasportada, seguidamente la movíamos a cualquier habitación donde se necesitara. Pero al paso de los años las ruedas se desgastaron y dificultaban el movimiento de la mesa.
Cuando me dispuse a arreglar las rueditas, vi que estaban incrustadas en unos curiosos regatones que las unían a la mesa, y que los mismos estaban dañados. Saqué uno de esos regatones para muestra y comencé a buscarlos en diferentes comercios ferreteros y especializados, pero ninguno de ellos tenía una pieza similar. Cada vez que me decían que no tenían el producto, yo preguntaba: "¿Sabe usted dónde puedo encontrar un reguetón de este tipo?" Los comerciantes me indicaban algún comercio, y así anduve durante varias semanas, sin encontrar lo que buscaba. Al fin, un comerciante me dijo: "Hay un comercio que se llama El rey del reguetón; en ese lugar seguramente lo tienen".
Como quedaba a una hora de viaje de mi hogar, me dispuse ir un día que no tenía muchas actividades, y al llegar pregunté: "¿Ustedes tienen este nombre por parecer simpáticos o porque realmente son los reyes del reguetón?" El comerciante, que no sabía lo que yo necesitaba, me desafió a que lo probara. Cuando le mostré el novedoso reguetón ya gastado y semidestruido, me trajo dos tipos diferentes del mismo reguetón para que los adaptara a mi mesa. Ese comercio hacía honor con sus productos al nombre que poseía.
En nuestros días, cada persona posee un nombre por elección de sus padres. Algunos padres los eligieron para honrar a un familiar, otros por la rima con el apellido, otros porque era novedoso o llamativo. Pero, por más que esos nombres nos gusten y estemos acostumbrados a ellos, el Dios del universo nos recompensará al llegar al paraíso con "una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe". Ese nombre nuevo, símbolo de nuestra victoria sobre el pecado, será el nombre justo, ideal, perfecto, que honrará al Rey del cielo en nuestra vida.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel
Siempre me interesó realizar trabajos manuales y de carpintería, y fue así como en una ocasión me propuse arreglar la mesa que sostiene el equipo de música en nuestra casa. Como posee rueditas para ser trasportada, seguidamente la movíamos a cualquier habitación donde se necesitara. Pero al paso de los años las ruedas se desgastaron y dificultaban el movimiento de la mesa.
Cuando me dispuse a arreglar las rueditas, vi que estaban incrustadas en unos curiosos regatones que las unían a la mesa, y que los mismos estaban dañados. Saqué uno de esos regatones para muestra y comencé a buscarlos en diferentes comercios ferreteros y especializados, pero ninguno de ellos tenía una pieza similar. Cada vez que me decían que no tenían el producto, yo preguntaba: "¿Sabe usted dónde puedo encontrar un reguetón de este tipo?" Los comerciantes me indicaban algún comercio, y así anduve durante varias semanas, sin encontrar lo que buscaba. Al fin, un comerciante me dijo: "Hay un comercio que se llama El rey del reguetón; en ese lugar seguramente lo tienen".
Como quedaba a una hora de viaje de mi hogar, me dispuse ir un día que no tenía muchas actividades, y al llegar pregunté: "¿Ustedes tienen este nombre por parecer simpáticos o porque realmente son los reyes del reguetón?" El comerciante, que no sabía lo que yo necesitaba, me desafió a que lo probara. Cuando le mostré el novedoso reguetón ya gastado y semidestruido, me trajo dos tipos diferentes del mismo reguetón para que los adaptara a mi mesa. Ese comercio hacía honor con sus productos al nombre que poseía.
En nuestros días, cada persona posee un nombre por elección de sus padres. Algunos padres los eligieron para honrar a un familiar, otros por la rima con el apellido, otros porque era novedoso o llamativo. Pero, por más que esos nombres nos gusten y estemos acostumbrados a ellos, el Dios del universo nos recompensará al llegar al paraíso con "una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe". Ese nombre nuevo, símbolo de nuestra victoria sobre el pecado, será el nombre justo, ideal, perfecto, que honrará al Rey del cielo en nuestra vida.
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