Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino. (Salmo 119:105).
Nací en Perú en el año 1931, en una hacienda llamada Pucará. Allí transcurrió mi infancia. Con el paso del tiempo la niña que fui se convirtió en una joven soñadora, hasta que de mi infancia solo fueron quedando vagos recuerdos. Como toda joven, pensaba casarme con un príncipe azul, pero parece que aún no estaba preparada para tal acontecimiento. Mis padres seguían involucrados en sus quehaceres diarios sin percatarse de que su hija había madurado.
Un día llegó de la capital el hijo de un vecino de nuestra hacienda. Sus padres celebraron su regreso con una gran fiesta. Recuerdo que asistí con mis padres. Lo primero que hizo el joven aquella noche fue sacarme a bailar. Después me dijo que se había enamorado de mí a primera vista. De sus labios salían palabras, palabras y más palabras, y me deslumbraron. Pensé que había encontrado al hombre de mis sueños, por lo que caí rendida en sus brazos. Me enamoré de él perdidamente. Empezamos a vernos con frecuencia hasta que un día él no acudió a la cita. Se había marchado sin decirme nada. Reconocí tristemente que aquel joven estaba acostumbrado a engañar y a burlarse de chicas ingenuas. Mis ilusiones quedaron destrozadas; me sentí morir.
De pronto escuché una voz llena de amor que me decía: «Ve a Jesús ahora y dile: "Señor, no tengo fuerzas para vencer, pero tengo la libertad para decir 'aquí estoy'. Te entrego mi vida. Toma mi débil voluntad"». No sabía de dónde provenía aquella voz, pero quedé profundamente impresionada al escucharla.
Unos quince días después me encontré con una amiga adventista y le conté lo que me había sucedido. Me dijo que Dios me amaba y me entregó un volante donde se mencionaba la forma en que podemos conocer a Dios. Aquella amiga vendía libros. Le compré una Biblia y la estudié. A partir de aquel momento sentí que el Señor comenzó a transformar mi vida.
Atrévete a conocer a nuestro maravilloso Dios y a confiar en él. Las que somos madres, instruyamos a nuestras hijas para evitarles el sufrimiento que implica ser engañadas.
Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Emma Huaccho Porras
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