«Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Deuteronomio 6: 5).
Resulta fascinante descubrir cómo Dios diseñó el cuerpo humano. ¿Sabía usted que, en promedio, el corazón bombea un total de ciento sesenta millones de litros de sangre a lo largo de la vida de una persona? Con esa cantidad llenan más de tres superpetroleros. El corazón humano genera suficiente presión para arrojar un chorro de sangre a diez metros de distancia. No es de extrañar que podamos sentir tan fácilmente cómo late nuestro corazón. Para bombear la sangre por todo el cuerpo con rapidez y eficiencia se necesita mucha presión. Si ponemos los dedos en los pulsos de la muñeca y el cuello podemos sentir la pulsación. El pulso que sentimos es la sangre que se detiene y reanuda su flujo a través de las arterias y las venas.
En un minuto, la sangre circula tres veces por el cuerpo. Al cabo del día, la sangre ha recorrido un total de 19,000 km. Ahora entiendo por qué David escribió: «Te alabaré, porque formidables y maravillosas son tus obras; estoy maravillado y mi alma lo sabe muy bien» (Sal. 139: 14).
En las Escrituras el «corazón» es la persona en su totalidad. Esa palabra se usa para describir el centro, la esencia de toda la personalidad. Es lo que somos, el centro de nuestro ser y, aunque incluye el pensamiento, es mucho más que eso. Incluye las emociones, pero es mucho más que las emociones.
Incluye los afectos, pero es más que los afectos. También es la voluntad, lo que queremos y sabemos hacer. El corazón abarca todas estas cosas. ¡Yo soy mi corazón!
Por tanto, cuando Dios nos pide que lo amemos con todo nuestro corazón, no habla del corazón físico, el que se encuentra en el centro de nuestro tórax. Se refiere a lo que hace que yo sea quien soy.
Las enfermedades del corazón son la mayor causa de mortalidad. Quienes pierdan la salvación también serán víctimas de una «enfermedad del corazón». Así como uno la insuficiencia cardíaca tiene sus síntomas, la insuficiencia cardíaca espiritual tiene los suyos. Muchos presentan síntomas de enfermedad del corazón espiritual, pero no parece importarles.
La mayoría de la gente se preocupa más por mantener sano el corazón físico que el espiritual. La ciencia ha descubierto numerosas maneras de conservar sano el corazón y salvarlo cuando tiene problemas. Dios tiene maneras de mantener sano nuestro corazón espiritual. La buena noticia es que él jamás ha perdido un paciente. (Basado en Mateo 5: 8)
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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