sábado, 14 de enero de 2012

LO QUE NADIE TE PUEDE QUITAR – 2

El que ama su vida, la penderá. Juan 12:25.

«No es ningún tonto el que da lo que no puede conservar —escribió Jim Elliot— para ganar lo que nadie le puede quitar». Jim Elliot tenía 22 años cuando escribió esas palabras en su diario. Y las hizo parte de su vida al usar sus talentos como misionero al servicio del Señor Jesús. Lamentablemente, sus años de servicio terminaron prematuramente, apenas a los 28 años de edad, cuando fue asesinado junto a otros cuatro misioneros que se proponían evangelizar a los indios aucas, en la jungla amazónica del Ecuador.
¿Pero qué quiso decir con eso de que «no es ningún tonto el que da lo que no puede conservar para ganar lo que nadie le puede quitar»? Las palabras del Señor Jesús nos pueden ayudar a entender: «El que ama su vida, la perderá; pero el que desprecia su vida en este mundo, la conservará para la vida eterna» (Juan 12: 25).
Lo que nos conviene dar, porque no la podemos retener, es nuestra vida. Cuando por amor la entregamos al Señor, entonces él nos da lo que nadie nos puede quitar: la vida eterna.
La muerte de Jim Elliot y sus amigos se produjo el 8 de enero de 1956. Los cinco misioneros habían tenido un breve contacto con tres indios aucas el día 6 de enero, en la ribera del río Curaray. Pensaron que ese contacto inicial prepararía el terreno para incursionar exitosamente en territorio auca. Pero no fue así. Dos días más tarde, varios indios asesinaron a los cinco jóvenes.
Un detalle significativo de la tragedia es que Jim Elliot y sus compañeros portaban armas. ¿"Por qué no se defendieron? Porque habrían arruinado su testimonio ante los aucas. Cuando los autores de la masacre se percataron de que los misioneros podían haberse defendido, y cuando se enteraron de los motivos de su visita, se arrepintieron y entregaron sus vidas al Señor.
¿Qué nos enseña el martirio de Elliot y sus amigos? En primer lugar, estos jóvenes vivieron de acuerdo con lo que creían. En segundo lugar, entendieron la importancia del testimonio cristiano. Decidieron no pelear, porque habían ido a llevar vida, no a quitarla. Y aunque esa decisión les costó la vida, hoy centenares de aucas aman al Señor, gracias al testimonio que dieron estos jóvenes ese «trágico» 8 de enero de 1956.
Ayúdame, Señor, a entregarte lo que no puedo conservar, para lo que nadie me podrá quitar.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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