domingo, 22 de enero de 2012

VIVIR CON UN PROPÓSITO EN EL CORAZÓN

«Daniel propuso en su corazón no contaminarse» (Daniel 1:8).

Sin duda usted recuerda la historia. Nabucodonosor había conquistado Judá y muchos hombres, mujeres y niños fueron llevados cautivos, incluyendo a Daniel y sus tres jóvenes amigos. No sabemos qué edad tenían, pero bien pudo ser que fueran adolescentes. Habían sido criados por padres temerosos de Dios que, con toda seguridad, oraban por ellos.
El rey le pidió al funcionario encargado de los jóvenes que les sirviera de los mismos alimentos que llenaban la mesa del rey. Estaba convencido de que les hacía un favor, pero muchos de los alimentos eran impuros y no aptos para comer. También había vino. «Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligara a contaminarse» (Dan. 1:8).
No podemos pedir a Dios que haga algo por nosotros si nosotros mismos no estamos dispuestos a hacerlo. Por eso Jesús dijo que la justicia solo puede alcanzar a quienes tienen hambre y sed de ella. Nunca se está demasiado hambriento y sediento de justicia. Tampoco podemos decir que alguna vez hayamos sido plenamente saciados.
Sin embargo, podemos ser volubles y cambiar de opinión. Tal vez un día resistimos la tentación y al día siguiente caemos en ella. Unas veces nos importa y otras no, por lo que no le pedimos a Dios que nos proporcione su justicia. Por esta razón, nos vendría bien aplicar en nuestra vida el conocido texto bíblico: «Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios [...], pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra» (Sant. 1:5,6).
A veces podemos tratar de aparentar que somos justos, pero en nuestro corazón sabemos que no es así. Los que tienen hambre y sed de justicia no se conforman con una mera apariencia de justicia para impresionar a los demás; antes bien, han decidido no contaminarse con las cosas de este mundo. Rechazan todo lo que pueda apartarlos de la justicia prometida por Dios.
Oremos para que, hoy, el Espíritu Santo despierte en nosotros el hambre por el Señor. Solo Jesús puede satisfacer el hambre y la sed de justicia.(Basado en Mateo 5:6).

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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