No descuides los dones que tienes. 1 Timoteo 4:14
Cuenta un relato que cierto día los animales decidieron organizar una escuela. Como habían escuchado hablar de la «educación integral», la que desarrolla todas las facultades del individuo, decidieron que su escuela seguiría ese estilo.
Lo novedoso del programa de estudios consistía en que cada animal podía desarrollar todas las habilidades básicas: correr, trepar, nadar y volar. Por ejemplo, el pato, conocido por sus excelentes habilidades para nadar, podría aprender a correr; el conejo, experto corredor, podría aprender a nadar; y así por el estilo. Cuando se dio inicio al curso escolar, la emoción no podía ser mayor.
No pasó mucho tiempo, sin embargo, antes de que los directivos de la escuela se dieran cuenta de que el programa prometía más de lo que podía cumplir. El pobre pato se esforzó tanto en correr que las membranas de sus patas se dañaron y, al final del año escolar, casi no podía nadar. El conejo, por su parte, terminó recluido en un sanatorio. Le fue tan mal en las clases de natación, que sufrió un colapso nervioso. La ardilla, la mejor trepadora de la clase, sufrió calambres cuando tomó las clases de vuelo. El águila, la reina de los aires, tuvo que recibir respiración boca a boca porque casi se ahogó cuando intentó nadar. Y peor le sucedió al perezoso: las clases de velocidad lo dejaron tan cansado que no pudo subirse a su árbol preferido durante varias semanas.
Cuando el año escolar llegó a su fin, la escuela cerró sus puertas. Pero no todo se perdió, porque los animalitos aprendieron al menos dos grandes lecciones. En primer lugar, aprendieron que cada criatura de este mundo tiene por lo menos una habilidad natural, y que es un privilegio desarrollarla hasta el máximo de su potencial. La segunda, aprendieron que no tiene ningún sentido insistir en cultivar habilidades que no tenemos, solo porque otros sí las tienen.
¿Ya descubriste los talentos que Dios te dio? Quizás no tengas una voz como la de Jaime, un cuerpo como el de Julia, la inteligencia de Felipe, pero eso no tiene por qué quitarte el sueño. Trata simplemente de descubrir tus talentos, sean pocos o muchos, y desarrollados de manera plena, para el servicio y la gloria de Dios.
Gracias, Señor, por los talentos y habilidades que has Concedido. Me propongo usarlos para la gloria de tu nombre.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
ƸӜƷHermoso relato...FelicidadesƸӜƷ
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