No me acordaré más de sus pecados y maldades. Hebreos 10:17.
En su libro Cómo nacer de nuevo, Billy Graham cuenta la historia de una niña que accidentalmente quebró una costosa copa de la vajilla de su madre. Muy triste por lo que había hecho, la niña se acercó a su mamá.
—Mami, siento mucho haber roto tu copa.
—No te preocupes, mi amor —respondió la señora—, yo sé que lo sientes. Estás perdonada. Así que puedes quedarte tranquila.
Apenas acabó de decir esas palabras, la madre recogió los pedazos de vidrio, los arrojó al cesto de la basura y se puso a hacer otra cosa. Pero apenas se dio la vuelta, la niña fue al basurero y sacó los restos de la copa. Entonces buscó a su madre y, llorando, con los pedazos de vidrio en sus manos, exclamó:
—Mami, de verdad siento mucho que rompí tu hermosa copa. Esta vez la madre le habló a la hija con firmeza.
—Mira, jovencita, devuelve esos vidrios al cesto de basura. Ya te dije que te perdoné. ¡Así que no recojas esos pedazos otra vez! (Citado por Robert J. Morgan en Nelson's Complete Book of Stories, lllustrations and Quotes [El libro completo de relatos, ilustraciones y citas de Nelson], p. 367).
¿Identificas los personajes? Por un lado está Dios, siempre listo para perdonar; y por el otro, estamos tú y yo, continuamente «recogiendo los pedazos» de nuestros errores del pasado.
Si ya hemos confesado nuestro pecado y nos hemos apartado de él, ¿por qué seguimos «recogiendo los pedazos»? Cuando, arrepentidos de nuestras faltas, vamos a Dios en busca de perdón, él promete arrojarlas a las profundidades del mar (Miqueas 7:19) y no acordarse más de ellas (Hebreos 10:17).
¿No es esto maravilloso? Cuando alguien trate de restregar en tu cara algo malo que hayas hecho en el pasado, si ya te has arrepentido, recuérdale que la sangre de Jesucristo te ha limpiado de todo pecado (ver 1 Juan 1:7). Como bien escribió Corrie Ten Boom, Dios ha echado nuestros pecados en lo profundo del mar, y ha colocado en la orilla un letrero que dice:
«PROHIBIDO PESCAR».
Gracias, Dios mío por arrojar mis pecados perdonados a lo profundo del mar. Ayúdame a vivir como un hijo que ha sido perdonado por te sangre preciosa de Jesucristo.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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