miércoles, 21 de marzo de 2012

¿DISCERNIR O JUZGAR?

«Así que todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, pues esto es la ley y los profetas» (Mateo 7:12).

Uno de los defectos más extendidos entre los cristianos es que juzgan a los demás. Ahora bien, al ordenarnos que no nos juzguemos unos a otros Jesús no quería decir que no tenemos que discernir entre lo correcto y lo incorrecto, entre el bien y el mal. En cualquier sociedad, los jueces son muy importantes. Su función es la de interpretar las leyes y declarar cuándo una persona es culpable y cuándo inocente. Ese tipo de juicio es necesario.
Sin embargo, en el Sermón del Monte Jesús se refiere a las críticas maliciosas. Dijo que no tenemos que concentrarnos en lo que los demás hacen o dejan de hacer. Antes bien, es preciso que nos aseguremos de que nosotros hacemos lo correcto. En Mateo 7: 1-5, Jesús muestra que, a menudo, hacemos un drama de los errores y los defectos ajenos, mientras que pasamos por alto los nuestros. Es como tratar de quitar una mota de polvo del ojo de nuestro amigo sin antes habernos quitado la viga que llevamos clavada en el nuestro. Con frecuencia, los primeros en criticar y censurar a los demás son aquellos que están más cargados de culpas.
Un ejemplo de esto es una historia sobre el rey David. El rey cometió adulterio con su vecina Betsabé y, para ocultar su pecado, lo dispuso todo para que Urías, el esposo, muriera en la batalla.
Pero el Señor le reveló este pecado al profeta Natán, quien se presentó ante David y le relató una historia, una triste historia, de un hombre rico que tomó la única oveja de otro que era pobre para no tener que sacrificar una de su propio rebaño. Cuando David escuchó esta historia, su corazón de pastor se encendió y montó en cólera. Lleno de ira, dijo al profeta: «¡Vive Jehová, que es digno de muerte el que tal hizo! Debe pagar cuatro veces el valor de la cordera, por haber hecho semejante cosa y no mostrar misericordia» (2 Sam. 12:5-6). Entonces Natán señaló con el dedo a David y dijo: «Tú eres ese hombre» (vers. 7). De repente, David se reconoció en la historia y admitió su pecado.
Hay un refrán que dice: «El que tiene tejado de vidrio, no tire piedras al de su vecino». No critique a los demás por haber cometido los mismos errores que usted. Basado en Mateo 7:1-6

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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