Él me esconderá en su Tabernáculo en el día del mal, me ocultará en lo reservado de su morada, sobre una roca me pondrá en alto (Salmo 27:5).
Promesas como las anteriores serán nuestro escudo de protección en el «tiempo de angustia cual nunca fue». Si las reclamamos y creemos en ellas estaremos a salvo. «Levantad un muro de pasajes de las Escrituras a vuestro alrededor, y veréis que el mundo no puede derribarlo» (Eventos de los últimos días, p. 68).
Algo que me llamó bastante la atención en cuanto a los huracanes es que en medio de los vientos destructores se encuentra el ojo del huracán. Esta es una zona de calma donde la presión es extremadamente baja. ¡Imagínate, un área de calma en medio de tan devastadora agitación! Amiga, en medio de la agitación que nos rodea está el remanso de paz y tranquilidad que representa el cuidado de nuestro Padre celestial. Recordemos que él «es nuestra paz» (Efe. 2:14). Asimismo que «la paz de Dios, que supera todo entendimiento, guardará vuestro corazón y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Fil. 4:7). ¡Qué promesas tan animadoras!, ¿verdad?
Querida amiga, hay mucho que hacer antes de que llegue el gran huracán. Las pequeñas tormentas de nuestra vida diaria nos irán preparando para la gran tormenta que ha de venir, aunque recordemos que Dios ha hecho provisión para que escapemos de ella.
«La tempestad se avecina y debemos prepararnos para afrontar su furia mediante el arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo. El Señor se levantará para sacudir terriblemente la tierra. Veremos desgracias por todas partes. Miles de barcos serán arrojados a las profundidades del mar. Armadas enteras se hundirán, y las vidas humanas serán sacrificadas por millones. Estallarán incendios inesperadamente y no habrá esfuerzo humano capaz de extinguirlos. Los palacios de la tierra serán arrasados por la furia de las llamas. Serán cada vez más frecuentes los desastres ferroviarios; en las grandes vías de tránsito habrá confusión, choques y muerte sin la advertencia de un momento. El fin está cerca, el tiempo de gracia termina. ¡Oh, busquemos a Dios mientras puede ser hallado, llamémosle en tanto que está cercano!» (Eventos de los últimos días, p. 24).
Es mi ruego que el Señor nos toque y reforme nuestros corazones, de tal manera que no ignoremos su advertencia.
Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Jenny Avaylon
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