Si puedes creer, al que cree todo le es posible (Marcos 9: 23).
Dios registró en su Palabra ejemplos inspiradores de personas que creyeron aunque su fe era débil. ¿Recuerdas la historia Bíblica de aquel hombre cuyo hijo estaba poseído por demonios? Él le pidió a Jesús que tuviera compasión de él (ver Marcos 9:22). El asunto no era lo que «podía» hacer Jesús, sino ¡cuánto podía creer el hombre! Jesús aclaró esto al decirle: «Si puedes creer, al que cree todo le es posible» (vers. 23). El hombre contestó de una vez diciendo: «Creo» (vers. 24). Es como si el Espíritu Santo le hubiera dicho: «Rápido, pide ayuda para tu incredulidad, antes de que Satanás venga y susurre palabras de desánimo en tus oídos». Con lágrimas en los ojos dijo: «Señor, ayuda mi incredulidad». Recordaba que otros habían tratado de sanar a su hijo sin ningún resultado. Dios le mostró su debilidad, y él reconoció su poca fe, pidiendo al mismo tiempo la ayuda de Jesús.
«La fe nos une con el cielo y nos da fuerza para contender con las potestades de las tinieblas. Dios ha provisto en Cristo los medios para contrarrestar toda malicia y resistir toda tentación, por fuerte que sea. Pero muchos sienten que les falta la fe, y por eso permanecen apartados de Cristo. Arrójense estas almas, conscientes de su desesperada indignidad, en los brazos misericordiosos de su compasivo Salvador. No se miren a sí mismas, sino a Cristo. El que sanó a los enfermos y echó fuera los demonios cuando andaba con los hombres, sigue siendo el mismo poderoso Redentor» (El ministerio de curación, p. 42).
Amiga, hoy el Espíritu Santo nos invita a que con urgencia pidamos a Jesús que nos ayude en nuestra incredulidad. Si él pudo ayudar a aquel hombre, también nos ayudará a nosotras. Jesús aún nos pregunta si creemos en él. ¿Cuál será tu respuesta?
Recuerda la maravillosa promesa que nos dejó: «Bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor» (Luc. 1:45).
¡Creamos en el hoy y siempre!
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