Rut contestó: Haré todo lo que me has dicho. Rut 3:5.
¿Sabes tú por qué las suegras tienen tan mala fama? Todavía no he escuchado un chiste que deje mal parados a los suegros, pero sobre las suegras hay tantos que se podría publicar una colección comparable a la Enciclopedia Británica.
Lo cierto es que algún día tendrás tu suegra (si es que aún no la tienes) y comprobarás que, después de todo, no son tal como las pintan (espero no tener que tragarme estas palabras). Acaso no haya nada mejor para demostrarlo que la hermosa amistad que Rut, la moabita, desarrolló con Noemí, su suegra. Eran diferentes en edad, cultura y religión; sin embargo, ¿qué respondió Rut cuando Noemí insistió en que se quedara en Moab y se casara de nuevo? «Iré a donde tú vayas, y viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios» (Rut 1:16).
Rut no conocía al pueblo de su suegra. ¿Por qué entonces estaba dispuesta a pertenecer a ese pueblo? Toda su vida Rut había adorado a otros dioses, ¿por qué estaba dispuesta a adorar al Dios verdadero?
El caso es que juntas regresan a Belén. Ahí Dios guía los acontecimientos para que Rut consiga trabajo precisamente en el campo de un hombre bien acomodado y soltero de nombre Booz. Este caballero le permite recoger espigas, y también la trata con mucha amabilidad. Rut le cuenta a Noemí, su suegra, lo que está pasando, y esta rápidamente «huele» lo que se está cocinando. Entonces diseña un plan de acción para reunir a la pareja (ver Rut 3:1-4). ¿Y qué hace Rut? ¿Le dice a la suegra que no se meta en lo que no le interesa? No. Rut hizo todo lo que su suegra le dijo. Y el plan funcionó a la perfección. Rut y Booz se enamoraron, se casaron, y «fueron felices para siempre».
La experiencia de Rut nos enseña que es posible mantener la mejor de las relaciones con nuestros familiares políticos, entre los que se encuentra la suegra. Y cuando este es el caso, todos ganamos.
Pídele a Dios que te ayude a cultivar la mejor de las relaciones con tu suegra (y con tu suegro). A Rut le sirvió para conseguir trabajo, para conseguir esposo y para conocer a Dios. ¡Qué más se puede pedir!
Padre celestial, ayúdame a aceptar y amar a los familiares de mi (futuro) cónyuge.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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