«Dame entendimiento, guardaré tu ley y la cumpliré de todo corazón» (Salmo 119:34).
Durante algún tiempo estuve inscrito en un gimnasio. Quería ir tanto como fuese posible para hacer algo de ejercicio o nadar. Vi que cada mes de enero el gimnasio se llenaba de gente con el firme objetivo de nadar, hacer ejercicio y caminar. A medida que avanzaba el año, uno tras otro, iban desapareciendo; hasta que, hacia la mitad del año, solo quedaban los mismos de siempre.
Las personas que empiezan con fuerza pero abandonan a medio camino son como el pedregal. Cuando escuchan el evangelio, se entusiasman. Se los ve cada semana en la iglesia y cuentan a otros lo que el Señor ha hecho con su vida. Sin embargo, al cabo de un tiempo regresan las antiguas costumbres y algo los molesta; por lo que cada vez se les ve con menos frecuencia y acaban por desaparecer.
Podríamos llamarlos cristianos Alka-seltzer: mucha espuma al principio y, luego, todo queda en nada.
Son como un cohete defectuoso, que al principio arma mucho estrépito y escupe mucho fuego, pero nunca alcanzará a ponerse en órbita.
Bajo la superficie de su corazón se esconden graves rocas. La semilla de la verdad encuentra un poco de tierra y comienza a crecer. Pero entonces sale el sol de las circunstancias y el juicio; y la planta se marchita. El sol de verano que fortalece y madura las plantas sanas destruye a aquellos que no están bien enraizados. ¿Por qué se marchitan y mueren tan deprisa? No hubo una conversión real, nadie aró ni roturó el suelo. No hay arrepentimiento. Por eso el Espíritu Santo no los había impregnado.
«Muchos reciben el evangelio como una manera de escapar del sufrimiento, más bien que como una liberación del pecado. Se regocijan por un tiempo, porque piensan que la religión los libertará de las dificultades y las pruebas. Mientras todo marcha suavemente y viento en popa, parecen ser cristianos consecuentes. Pero desmayan en medio de la prueba fiera de la tentación. No pueden soportar el oprobio por la causa de Cristo. Cuando la Palabra de Dios señala algún pecado acariciado o pide algún sacrificio, ellos se ofenden. Les costaría demasiado esfuerzo hacer un cambio radical en su vida. Miran los actuales inconvenientes y pruebas, y olvidan las realidades eternas» (Palabras de vida del gran Maestro, p. 28). Señor, ayúdame a quitar las rocas de mi corazón. Basado en Mateo 13:1-9.
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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