La herencia del bueno alcanzará a los hijos de sus hijos (Proverbios 13:22).
Por lo general, a nuestro paso por el mundo dejamos un legado a las siguientes generaciones, aunque quizá ni nos percatemos de ello. Elena G, de White dice: «No olviden los padres el gran campo misionero que está ante ellos en el hogar. Cada madre tiene un legado sagrado de Dios en los hijos que le son confiados» (En los lugares celestiales, p. 213).
Hubo dos hombres que vivieron en el siglo XVIII cuyas vidas son ejemplo de la influencia que ejerce un ser humano: uno se llamaba Max Jukes y el otro Jonathan Edwards. El primero de ellos no era creyente, y se lo consideraba un hombre sin principios. ¿Qué legado dejó Max Jukes a sus descendientes? Trescientos diez fueron mendigos; cien fueron alcohólicos y sesenta fueron catalogados como ladrones profesionales. Además, siete fueron enjuiciados por haber quitado la vida a alguien, la contribución de Max Jukes a la sociedad fue nula y le costó al estado de Nueva York una importante suma di dinero por gastos legales, médicos y de otros tipos.
¿Qué se nos dice acerca de la familia de Jonathan Edwards? Aquel caballero era un fiel cristiano y se convirtió en un gran teólogo, un instrumento utilizado por Dios, incluso llegó a ser rector de la Universidad de Princeton. El entre sus descendientes se cuentan trescientos pastores misioneros y profesores de teología; ciento veinte profesores universitarios; ciento diez abogados; más de sesenta médicos, treinta jueces, catorce rectores de universidades; tres congresistas y un vicepresidente de los Estados Unidos.
«Poco antes de su crucifixión, Cristo había dejado a sus discípulos un legado de paz: "La paz os dejo —dijo—, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo" (Juan 14: 27). Esta paz no es la paz que proviene de la conformidad con el mundo. Cristo nunca procuró paz transigiendo con el mal. La que Cristo dejó a sus discípulos es interior más bien que exterior» (Los hechos de los apóstoles, cap. 8, p. 65).
Asimismo, Elena G. de White afirma: «El mejor legado que los padres pueden dejar a sus hijos es un conocí miento del trabajo útil y el ejemplo de una vida caracterizada por la benevolencia desinteresada» (El hogar cristiano cap. 63, p. 370).
Amiga y hermana, ¡aprovechemos la oportunidad d dejar un buen legado a las siguientes generaciones!
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Edilma E. Balboa
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