martes, 1 de mayo de 2012

UN POQUITO CADA DÍA


Dejemos a un lado todo lo que nos estorba [...] y corramos con fortaleza la carrera que tenemos por delante. Hebreos 12:1.

«Cada día —escribió alguien— es un regalo del cielo. Es nuestro privilegio abrir ese regalo, usarlo bien y darle gracias a Dios por su gran bondad». Juan Sebastián fue uno de esos que sacaron el mayor provecho del regalo que nuestro buen Padre celestial nos da con la llegada de cada nuevo día. Según relata Dorothy Watts, Juan Sebastián era todavía un adolescente cuando decidió aprender a tocar en el clavecín y el órgano las obras de los grandes maestros. Solo había un problema: su hermano mayor, Cristóbal, las guardaba celosamente bajo llave en un armario.
Una noche Juan Sebastián logró abrir el armario y sustraer el libro que contenía esas obras majestuosas. Sin pérdida de tiempo, comenzó a copiar su contenido, nota por nota, un poquito cada día. En seis meses completó la labor. Entonces su hermano lo descubrió, pero para ese momento, ya Juan Sebastián había «guardado» la información en «el disco duro» de su memoria (Peldaños de superación, p. 100).
¿Cómo lo logró? Copiando un poquito cada día. Y fue precisamente trabajando un poquito cada día, como Juan Sebastián Bach logró componer las obras que lo hicieron merecedor de un lugar entre los grandes.
Durante años, este virtuoso de la música trabajó como maestro y organista en la Escuela Santo Tomás, en Leipzig, Alemania. Allí dirigía el coro de niños y era el encargado de tocar el órgano en los servicios religiosos, las bodas y los funerales. Nada espectacular, podríamos pensar. Pero fue durante esos años de trabajo, en un lugar que podríamos llamar «ordinario», donde Juan Sebastián Bach logró componer 265 cantatas para iglesia, 263 arreglos corales, 356 piezas para órgano y 24 cantatas seculares (William Barclay, Day by Day [Día a día], p. 203).
¿Puedes pensar en un proyecto al cual dedicarle un poquito de tiempo y de esfuerzo cada día.  Por supuesto, tiene que ser algo en lo que puedas usar los talentos que Dios te ha dado. Y no tiene nada espectacular. Basta que contribuya al bienestar de otros y que glorifique el nombre de Dios. ¿Estás listo para comenzar?
Ayúdame, Señor, a realizar los sueños que tienes para mí, avanzando un poquito cada día.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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