jueves, 21 de junio de 2012

CON LOS OJOS DE DIOS


Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón. (1 Samuel 16:7).

La Biblia lo llama Simón el leproso, a pesar de que su enfermedad fue curada. Tengo un nieto que tiene una hermana un año mayor que él. Dado que las niñas a veces parecen crecer más rápido que los niños, pronto fue un poco más alta que él. Por supuesto, esto molestó al «pequeño Michael» y comenzó a preocuparse por su estatura. Sucedió hace unos años. Ahora eso ya no lo preocupa porque el «pequeño Michael» ha crecido tanto que es uno de los muchachos más altos de su clase. Ahora todos lo llaman «el grandulón Michael».
Tendemos a poner motes a las personas según lo que pensamos de ellas. Esto se conoce como colgar el sambenito. La gente pone una etiqueta en las latas y en las botellas con el fin de indicar cuál es su contenido. Pero cuando colgamos el sambenito a las personas no decimos cómo es su interior. A veces describimos a las personas con etiquetas: está gordo, es tonto, es estúpido, es vanidoso, etcétera. Pero no podemos ver su corazón y eso es lo que dice quién es realmente esa persona.
Satanás fue el primero en colgarle un sambenito a alguien. Cuando todavía era un ángel, en el cielo, a Dios le colgó la etiqueta de «desleal». La siguiente etiqueta fue la de «mentiroso» porque le dijo a Eva que no moriría por comer del fruto. Entonces él llamó a Dios «mentiroso» cuando le dijo Eva que no moriría si comía la fruta. Durante los largos años de persecución, calificó a los cristianos de «herejes». Incluso hoy en día alienta a sus seguidores para que etiqueten a los pobres como «indeseables», a las personas con alguna discapacidad como «molestia», a alguien de otra raza como «poco atractivo» e incluso a los no nacidos como «no deseados».
Cierta mañana estaba en un aeropuerto esperando mi vuelo. A un lado vi a un joven que también esperaba. Tenía el pelo teñido de azul, llevaba unos anillos en las cejas e iba vestido con unos vaqueros rotos y raídos. Aparté la mirada. Francamenté, para mí tenía un aspecto extraño. Entonces sentí la necesidad de hablar con él. Descubrí que era un joven estupendo y hablamos de las cosas de la vida que preocupaban al joven. Sencillamente, necesitaba alguien con quien hablar.
Jesús no mira a las personas de la manera como nos miramos unos a otros. Me gustaría ser como él. Basado en Mateo 26: 6-13

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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