En él todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor (Efesios 1:21).
Dios tiene un plan para cada uno de sus hijos: que crezcamos hasta ser un templo santo y una morada del Espíritu Santo, perfeccionados para la obra del ministerio (ver Efe. 4:12). Necesitamos relacionarnos más estrechamente con nuestro Dios en nuestra experiencia diaria. Hemos sido llamadas a representar el carácter de Cristo y a dar evidencias de la transformación que él puede efectuar en nuestras vidas si se lo permitimos.
Reflejemos la luz que ha sido depositada en nuestro ser y mostremos los frutos de la semilla que ha sido sembrada por el Señor. Es hora de que el mundo pueda con probar la maravillosa transformación que puede ocurrir en quien se entrega a Dios. Debería existir una gran diferencia entre los que son sus hijos y aquellos que no lo son.
¿Cómo podemos ser transformadas en un templo santo? Lo primero es conocer que el fundamento es Cristo «la principal piedra del ángulo» (Efe. 2:20). Esto significa que no debemos levantar otro fundamento que no sean Jesús y sus doctrinas. Su testimonio, su vida y sacrificio deben ser nuestro fundamento. Lo lograremos al permitir que él nos guíe a través de su Palabra y por medio del Espíritu. De esa forma seremos edificadas en sus promesas y consolidadas en la fe. Al perseverar de manera diligente en la oración y al ser elevadas a una experiencia de santidad alcanzaremos el ideal divino.
«Hermanos y hermanas, contemplando es como somos transformados. Espaciándonos en el amor de Dios y de nuestro Salvador, admirando la perfección del carácter divino y apropiándonos de la justicia de Cristo por la fe hemos de ser transformados a su misma imagen» (Exaltad a Jesús, p. 245).
La santidad forma parte del crecimiento de nuestro templo espiritual. No podemos llegar a ser perfectas sin contemplar a Jesús; esa debe ser nuestra razón de existir.
«Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual. Así podréis andar como digno del Señor, agradándolo en todo, llevando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento Dios» (Col. 1:9-10).
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Lidia de Pastor
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