Pues a ti [...] yo te he puesto como centinela. Ezequiel 33:7
Cuenta Peter Marshall, ex capellán del senado de los Estados Unidos, que hace muchos años vivía en las montañas de los Alpes «el guardián de los arroyos». Nadie lo veía trabajar, pero los habitantes del pueblo sabían que bebían agua limpia gracias a él. Todos los días limpiaba las cabeceras de las fuentes de agua de las hojas y de las ramas que caían de los árboles.
Cierto día se reunió la Junta Municipal para estudiar el presupuesto del siguiente año. Al revisar los gastos para mantenimiento vieron una partida asignada al «guardián de los arroyos».
—¿Quién ha visto a este «guardián de los arroyos»? —preguntó alguien.
—Parece que estamos regalando ese dinero —dijo otro.
Al final decidieron sacarlo del presupuesto. Y nadie lo echó de menos... hasta que las hojas y las pequeñas ramas de los árboles comenzaron a caer. Poco a poco la basura se acumuló en tal cantidad en las cabeceras de los arroyuelos, que en cuestión de unas pocas semanas el agua comenzó a mostrar un color amarillento. Días más tarde se tornó oscura. Entonces la gente comenzó a enfermarse.
Alarmados, los miembros de la Junta Municipal volvieron a reunirse. ¿Qué estaba causando esta calamidad? Era el agua. Después de examinar la situación, decidieron reincorporar al fiel trabajador. En cuestión de semanas, los habitantes del pueblo disfrutaron una vez más de las cristalinas aguas de sus arroyos (The Best of Peter Marshall [Lo mejor de Peter Marshall], pp. 66, 67).
«Y esto, ¿qué tiene que ver conmigo?», podrías preguntar. Mucho, porque estás en este mundo para cumplir una misión aún más importante que la de cuidar de las fuentes de agua. Hoy Dios cuenta contigo para que seas un guarda, un centinela, de los principios de su Santa Palabra. Cuenta contigo para que seas su representante dondequiera que estés.
Cuando día tras día, silenciosamente, cuidas de tu mente y de tu cuerpo, cuando respetas a tus padres, cuando resistes con firmeza la presión de tus amigos a hacer lo malo, cuando vives una vida íntegra, entonces, al igual que el «guardián de los arroyos», te conviertes en una bendición para los demás. Y lo que es todavía más importante, honras el nombre de Aquel que vino a este mundo no para ser servido, sino para servir.
Santo Espíritu dame hoy tu poder para ser un fiel guardián de tus verdades eternas.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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