Así que [Matusalén] vivió novecientos sesenta y nueve años en total. Génesis 5:37.
Matusalén. ¿Quién no ha oído hablar de él? Se cuenta que el famoso escritor y humorista Mark Twain comenzó un discurso con las siguientes palabras: «El tema de mi reflexión en esta ocasión es Matusalén. Se dice que vivió 969 años. Pero yo me pregunto: ¿Y qué? De él no se dice que hiciera algo que valiera la pena» (Frank S. Mead, Saints and Sinners ofthe Bible [Los santos y los pecadores de la Biblia], p. 11).
En principio, Twain parecería tener razón, porque de Matusalén la Biblia dice muy poco: hijo de Enoc, padre de Lamec, abuelo de Noé, «y tuvo otros hijos e hijas; [...] vivió novecientos sesenta y nueve años en total. A esa edad murió» (Gen. 5:27).
Si solo se limitó a tener hijos e hijas, entonces bien podríamos preguntarnos si una vida tal tiene sentido. Que lo recuerden a uno solo por haber vivido mucho es como sentirse orgulloso solo por haber nacido en una familia rica, o por ser pariente de alguien famoso. ¿Cuál es el mérito? A fin de cuentas, lo más importante no es cuántos años vivimos; es cómo vivimos.
Y si lo que cuenta no es no la cantidad sino la calidad de vida, entonces bien vale la pena que te preguntes qué estás haciendo ahora mismo con tus talentos, tu tiempo y tus recursos.
¿Es tu vida solo una sucesión de días y noches, gastados sin propósito alguno? Cuando te levantas de la cama en la mañana, ¿ya sabes lo que vas a hacer ese día? ¿Ya sabes qué carrera universitaria estudiarás? ¿Cuáles son tus metas más importantes en este momento? En una palabra: ¿Estás desarrollando el potencial con el cual Dios te ha creado? Esta no es una cuestión opcional. Es nuestro primer deber, como bien lo expresa Elena G. de White: «El desarrollo de todas nuestras facultades es el primer deber que tenemos para con Dios y nuestros prójimos» (Palabras de vida del gran Maestro, p. 264).
Y ahora, en descargo de Matusalén, hay que hacer una aclaración. Según el libro Patriarcas y profetas, Matusalén y sus hijos, «que alcanzaron a oír las prédicas de Noé, lo ayudaron en la construcción del arca» (p. 72).
De manera que Matusalén, además de creer en Dios, sí hizo cosas que valieron la pena.
Capacítame, Señor, para cumplir el propósito de mi vida.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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