«Pero si así no lo hacéis, entonces habréis pecado ante Jehová, y sabed que vuestro pecado os alcanzara» (Números 32:23).
Vivir en una región subtropical tiene sus ventajas. Por supuesto, también tiene sus inconvenientes. Una de las ventajas es que los inviernos suelen ser suaves. Un inconveniente es que suele haber animalitos. Mi hijo vive a unos tres kilómetros de casa, por lo que suele venir a visitarnos con frecuencia. Incluso viene cuando hemos salido. Tiene las llaves de nuestra casa. A menudo me llama y dice: «Papá, hoy fui a tu casa y te tomé prestada la remachadora. No te importa, ¿verdad?».
Un día llamó por teléfono y dijo: «Papá, me parece que tienes termitas en casa». Luego siguió explicándome que cuando iba a introducir la llave para abrir la puerta del garaje vio un agujerito muy pequeño en una de las molduras. No le faltaba experiencia en el asunto; hacía tan solo seis meses las termitas habían infestado su casa.
Yo lo había ayudado a resolver el problema, pero nunca se me ocurrió que a mí me podía suceder lo mismo día.
Ese mismo día cuando llegué del trabajo, tomé una barra de hierro y levanté la moldura en la que había visto el agujero. El diagnostico era correcto.
Las termitas habían causado severos y extensos daños. Seguí levantando la moldura y cuanto más levantaba, más daño descubría. Las termitas se habían comido prácticamente todo el marco de la puerta de unos quince centímetros de grueso por treinta de ancho. Me dispuse a comprobar la pared que está junto al marco. Levanté el revestimiento de madera y descubrí que, hasta una distancia de más de dos metros, toda la estructura interior de la misma había quedado reducida a algo que tenía aspecto de papel. Por suerte, no encontré una sola termita viva, pero los daños eran considerables.
Satanás trabaja como una termita. Si estamos atentos, nos daremos cuenta de donde trabaja. Pero, como las termitas, sus mejores obras son lentas y secretas. El agujerito en la moldura del marco de la puerta del garaje apenas si se veía. Sin embargo, el daño que se escondía detrás era considerable. Muchas veces sabemos que hay cosas en nuestras vidas que no deberían estar ahí, pero parecen tan pequeñas que no les damos importancia. Albergar el pecado en la vida es como tener termitas en las paredes de casa. Si no se trata, el daño crece y crece hasta que las consecuencias son graves.
Cuando descubrí que tenía termitas, llamé a la compañía de saneamiento. Si usted hoy sabe que tiene termitas espirituales en su vida permita que Jesús las extermine y repare el daño que hayan causado. Basado en Mateo 23: 23-28
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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