«No todo el que me dice: "¡Señor, Señor!", entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mateo 7:21).
En su palabra, el Señor nos ha dado todo lo que necesitamos para vivir una vida de obediencia hacia él. Pero tenemos que leer y buscar la verdad por nosotros mismos. Y luego hay que aplicarlo a nuestra vida; es decir, es preciso que obedezcamos y vivamos según los principios que hayamos encontrado.
Charles Swindoll presenta la siguiente ilustración hipotética: Imagínese, por ejemplo, que trabaja para una empresa cuyo presidente necesita salir del país y pasar una larga temporada en el extranjero. Por ese motivo, a usted y otros empleados de confianza los reúne y les dice:
—Me marcho. Mientras esté fuera quiero que le dediquen mucha atención al negocio. Mientras esté ausente, ustedes se encargarán de la dirección. Recibirán noticias mías con regularidad y les daré instrucciones al respecto de lo que tienen que hacer hasta que regrese.
Todos están de acuerdo. El empresario se va y no regresa hasta al cabo de dos años. Durante ese tiempo, escribe con frecuencia y comunica sus deseos y preocupaciones. Finalmente, regresa. Se acerca a la puerta principal de la empresa y descubre que todo está hecho un desastre: los jardines están llenos de maleza, las ventanas de la fachada están rotas, el recepcionista duerme una siesta, en algunas oficinas se escucha música a un volumen excesivo, dos o tres personas juegan a las cartas en el comedor... En lugar de obtener beneficios, el negocio ha sufrido pérdidas considerables. Sin vacilar, los reúne a todos y, frunciendo el ceño, pregunta:
—¿Qué sucedió? ¿No recibieron mis cartas?
Usted responde:
—Por supuesto que sí. Recibimos todas sus cartas. Incluso llegamos a encuadernarlas. Algunos hasta nos las hemos aprendido de memoria. De hecho, cada sábado tenemos «estudio de las cartas». ¿Sabe?, ¡son realmente estupendas! Entonces probablemente el presidente pregunte:
—¿Pero qué hicieron con las instrucciones que les di? Con toda seguridad, los empleados responderían:
—Hacer, lo que se dice hacer... no hicimos nada. Eso sí, nos las leímos todas. Y aquí se acaba la ilustración.
Usted sabe quién es el «Presidente». Además, estoy seguro de que también tiene el libro de sus «cartas». Pero además de leer las cartas tenemos que hacer lo que dicen. La Escuela Sabática tiene que ser algo más que un mero «estudio de las cartas»; es preciso que sigamos las instrucciones del «Presidente». Basado en Lucas 6:46
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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