Aquí me tienen [...] si he oprimido o maltratado a alguno, o si me he dejado sobornan pueden acusarme ante el Señor y ante el rey que él ha escogido, y yo pagaré lo que deba. 1 Samuel 12: 3
Si Dios te hablara en forma directa, ¿podrías reconocer su voz? ¿Cómo sabrías que es Dios quien te habla? ¿Y qué dirías? Esta experiencia la vivió Samuel, el profeta bíblico, cuando apenas era un jovencito y se preparaba, bajo la dirección del sacerdote Eli, para servir al Señor.
El problema que enfrentó Samuel era doble. Por un lado, él nunca había escuchado la voz de Dios. Por lo tanto, no podía identificarla. Por el otro, la Escritura dice que «en aquella época era muy raro que el Señor comunicara a alguien un mensaje» (1 Sam. 3:1). Pero una noche, mientras dormía en su habitación del templo, Dios lo llamó por su nombre: «¡Samuel!». Creyendo que era Eli quien lo llamaba, corrió hasta la habitación del sacerdote.
Tres veces llamó el Señor a Samuel y tres veces el joven corrió hasta donde se encontraba el anciano. Entonces Eli entendió que Dios tenía un mensaje para el jovencito. Esa noche, cuando Dios estuvo listo para hablar, Samuel estuvo listo para escuchar. A partir de ese momento, comenzó una linda amistad que duraría muchos años. Cuando desde el cielo Dios lo llamaba: «¡Samuel!», dondequiera que estaba, Samuel respondía: «Habla, Señor, que tu siervo escucha».
¡Qué privilegio el de Samuel! ¡Toda una vida de amistad con Dios! Como producto de esa amistad surgió uno de los líderes más grandes del pueblo hebreo. Un líder tan íntegro, que cuando ya era anciano, en su discurso de despedida pudo decir al pueblo: «Aquí estoy. Si en algo he actuado mal, díganmelo ahora». Nadie pudo decir nada en su contra. ¡Qué vida tan destacada! Yo no sé si podría hacer lo mismo. ¿Podrías tú?
Si el Señor te llamara por nombre ahora mismo, como llamó a Samuel, ¿podrías responder: «Habla, Señor, que tu siervo escucha»? No importa la edad que tengas, este es un buen momento para dar inicio a una linda amistad con Dios. Una amistad que dure para toda la vida.
Señor, ayúdame a distinguir tu voz entre tantas otras voces. Y dame poder para obedecerla, no importa el precio que tenga
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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